La celebración de la XXXVII Convención ordinaria del FMLN este domingo 7 de julio, exhibió una vibrante y colorida muestra del ánimo, compromiso, contextura indoblegable de una militancia orgánica compuesta por una generación joven, alegre, apasionada y comprometida; combinada con otra curtida y experimentada que se han mantenido firmes y leales al propósito que dio origen a las cinco organizaciones y luego al Frente unificado. Este sólido agrupamiento acostumbrado al sacrificio y las adversidades en la lucha por transformar las condiciones sociales, económicas y democráticas de este sufrido pueblo, forjado en las más férreas tradiciones de lucha, se ha mantenido firme frente al sufrimiento de los más duros periodos de reveses y victorias.

Esta Convención es la culminación de un complejo proceso de reflexión, ajuste y recomposición interna con renovación de autoridades a todo nivel: territorial, sectorial y nacional. El relevo de liderazgo ocurre después de sendas derrotas en comicios municipales, legislativos y presidenciales en dos años consecutivos.

Un buen asomo de autocrítica presentó el secretario saliente Medardo González, abordando las debilidades que llevaron a perder el respaldo social y político de más de un millón de electores, y la desacumulación de simpatizantes que terminaron cobijados en otras opciones políticas. Pesaron ineludibles errores de dirección estratégica; faltaron decisiones oportunas; ausencia de un método firme y visible de conducción y articulación partidaria y de gobierno; débil control sobre planes de acción; escasa firmeza y posicionamiento ante denuncias de corrupción; poca relación y comunicación sistemática con la población beneficiaria de programas; no se retomaron los intereses de la clase media; y una débil relación con el movimiento social. Nadie puede lavarse las manos, o tirar la primera piedra; las responsabilidades, sean por acción u omisión, son también colectivas, así como establecer una estrategia acertada para recuperar el rumbo.

Es importante el anuncio de Oscar Ortiz, nuevo Secretario General, de abrir espacios para la incorporación al partido de todas aquellas personas que se identifiquen con los principios e ideales del Frente; pero también puede llevar a la implosión, si la motivación es inflar el padrón de afiliados para generar correlaciones a favor o en contra de determinadas posturas. Esa necesaria apertura debería estar acompañada de un vasto programa de formación política e ideológica y métodos, enfocada en el interés supremo de transformar el país, trabajando por las reivindicaciones más sentidas de la gente.

Es preciso recordar la historia del desarrollo de este complejo proceso de lucha revolucionaria para transformar el país que estuvo motivado por las inclaudicables aspiraciones democráticas de una sociedad que siempre añoró participar del progreso; enfrentada con gobiernos dictatoriales y una burguesía voraz, acompañados de la actitud complaciente de Estados Unidos. Esta contradicción alumbró el surgimiento de las organizaciones de izquierda que se fortalecieron con insumos de diversas corrientes de pensamiento político progresista del mundo, crisol que determinó las características de las distintas expresiones de izquierda revolucionaria y su alianza con fuerzas progresistas, conformando la amalgama de correlación política que propició las transformaciones alcanzadas mediante el conflicto armado, hasta los Acuerdos de Paz.

Un vacío a registrar es que durante la posguerra el Frente, cuando cobró legalidad, perdió amplitud de aliados democráticos progresistas, -éstos tomaron su propio rumbo-; se focalizó y especializó en su maquinaria electoral, reduciendo el abanico de otras formas legítimas de lucha. La competencia por cargos públicos y la construcción de su identidad como sujeto político acentúo el sectarismo y vanguardismo, desatendiendo la organización comunitaria territorial y la formación político ideológica de sus cuadros. Además, el Frente perdió de vista la crisis y declive del movimiento social gremial debido al cambio neoliberal de la matriz productiva a otra de comercio, finanzas y servicios, que terminó profundizando la informalidad de la economía, sin un viraje desde la izquierda en los métodos de relación y organización con estos sectores.

Hoy el reto del FMLN y sus nuevas autoridades es superar ese conjunto de deficiencias, para recuperar y reivindicar la imagen y esencia ética de la izquierda; mostrar unidad en la acción trabajando por los intereses de la gente; superar el sectarismo con la unidad de las izquierdas; recuperar la alianza -bajo nuevas reglas- con un amplio abanico de fuerzas sociales, democráticas y progresistas, que incluye al sector industrial, productivo y Mipymes, sectores que juegan un rol estratégico para el despegue del país. Hay mucho por hacer.