La sequía y las lluvias destruyeron gran parte de las cosechas de granos básicos de los agricultores de subsistencias el año pasado, poniendo en peligro las reservas de alimentos de unos 200 mil salvadoreños, advirtieron la semana pasada dos agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que ahora necesitan ayuda urgente.

Pero como si los malos augurios no faltaran, el viernes recibimos la noticia del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), sobre una alta probabilidad de que se desarrolle una sequía meteorológica entre mayo y julio próximos, lo que profundizará aún más esta crisis alimentaria.

Todo esto es impacto del cambio climático. Entre julio y agosto de 2018, El Salvador sufrió una sequía de hasta 40 días y luego en octubre, las intensas lluvias también dañaron la producción agrícola.

Es preocupante que el ciclo de sequía-lluvias excesivas pueda continuar en el país y en la región centroamericana, según advierten los expertos.

El Salvador es especialmente vulnerable ante estos eventos, porque no es autosuficiente en su producción agropecuaria y es altamente dependiente de las importaciones de alimentos desde los países vecinos, de manera que el gobierno entrante debería estar preparándose ante eventuales problemas que puedan traer estas previsiones.