Con el tiempo uno aprende cosas. Lo mejor es aprender las buenas y desechar las que no lo son. De esa forma, con los años vamos ganando experiencias que edifican, no que destruyen. En relación con lo que expresamos, es claro que la impulsividad lleva al desastre ya que uno es dueño de lo que calla pero se vuelve esclavo de lo que dice. De ahí lo oportuno que resulta recordar el viejo proverbio suizo: “Las palabras son como las abejas, tienen miel y aguijón”.

Recientemente conocimos un par de incidentes bochornosos. Ambos involucran a funcionarios públicos cuyas actuaciones - se supone - deberían estar impregnadas de mesura, decoro y ética profesional.

En uno estuvieron involucrados un par de diputados. Uno de ellos, a quien respeto por las diversas iniciativas de ley que ha promovido en bien de la ciudadanía y cuya honestidad lo llevó a expresar un día, algo con lo que la mayoría de salvadoreños concuerda respecto a los impolutos diputados: “Somos odiados por la población, la gente no nos quiere ver ni en pintura”. Del otro actor del altercado, simplemente puedo decir que lleva un nombre que le queda bien, pero bien grande.

Los medios grabaron la acalorada discusión suscitada en plena sesión plenaria, en la que no faltó un entendible lenguaje corporal que se viralizó después con un ocurrente “meme” en las redes sociales y que evidencia a uno de los diputados como alguien a quien le hace falta lo que producen las gallinas. Algo grave debió ocurrir para que sacaran de sus casillas a Francis Zablah.

El otro incidente y gran metida de extremidades lo protagonizó un muchacho díscolo, designado con el deslumbrante cargo de “director de la unidad de reconstrucción del tejido social”, es decir, alguien que debería tener un liderazgo cohesionador, ejemplarizante y éticamente incuestionable. Ocurre que al susodicho se le ocurrió decir en una entrevista televisiva, que los partidos ARENA y FMLN estaban tras el repunte de homicidios del llamado “viernes negro” del mes pasado.

La comisión de Seguridad del Órgano Legislativo lo convocó para que aclarara y fundamentara sus acusaciones públicas. Al lector le parecerá increíble la justificación del funcionario: lo que dijo lo hizo en base a un “supuesto popular”.

Instigaciones al odio como ésa son propias de gente que no mide consecuencias.

La ignorancia se dispensa en el iletrado, pero nunca en el hombre público, máxime cuando es designado para desempeñar un cargo con la más alta calidad, efectividad y credibilidad, que de ninguna manera debe aprovecharse para repetir sandeces.

Independientemente que nos guste o no el desempeño de los diputados (donde por el momento ARENA y FMLN son mayoritarios) los comentarios del muchacho se pasan llevando de encuentro a uno de los tres órganos fundamentales de gobierno. Lástima que los representantes legales de los dos partidos aludidos no acudieron antes a los Tribunales.

La irresponsabilidad, soberbia y arrogancia va penetrando poco a poco en los funcionarios de esta gestión, a tono con la conducta de su jefe y con la anuencia de mucha gente que ve eso como normal.

Las frases de un respetado jurista de nuestro país caen como anillo al dedo en el caso que nos ocupa: “Cuando Locke y Montesquieu elaboraron, como fina estructura de relojería, un sistema de pesos y contrapesos en el propósito de frenar la tendencia absolutista del poder, asumían que en el nuevo escenario los titulares de las diferentes instituciones estarían a la altura de las exigencias democráticas” (René Fortín Magaña, Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional, “Los hombres y las instituciones”, DEM, 29-SEP-2019).

También las de otro joven abogado: “Si bien es cierto hay antecedentes que políticos se han reunido con pandilleros, nadie puede venir y acusar a alguien sin pruebas, más aun siendo funcionario” (Eduardo Escobar, Acción Ciudadana, 01-OCT-2019).

Ni la política, ni la reconstrucción del tejido social, es cosa de matones ni de bocones.