La soleada y calurosa mañana del sábado, 1 de junio de este año, El Salvador era un hervidero de comentarios por las expectativas que generaba, en aquel momento, el muy esperado discurso inaugural del recién investido presidente constitucional de la República, el séptimo después de los acuerdos políticos de 1992.

La mayor parte de la población, no sólo la presente en la Plaza Barrios sino también en todo el país, esperaba un discurso político, propio de un estadista coherente con la realidad nacional.

¿Pero qué se oyó en aquella plaza, dónde, paradójicamente, el populista expresidente civil, Manuel Enrique Araujo, sufrió un atentado que lo llevó a la muerte en febrero de 1913?

La multitudinaria audiencia sólo escuchó una “soflama”, cómo se da en llamar a un discurso que apela a las emociones inmediatas, tratando de levantar el ánimo de los oyentes, sin dar a éstos contenidos concretos de un proyecto político real.

La audiencia fue sorprendida por ideas, no necesariamente “nuevas”, sino por otras sueltas, sin consistencia, anecdóticas que en ningún momento respondieron al cómo se resolverían los más acuciantes problemas de la nación.

Lo único real de su discurso fue lo dicho acerca de que El Salvador y los salvadoreños somos “un niño enfermo al que toca a todos cuidarlo, tomar un poco de medicina amarga, nos toca ahora a todos, sufrir un poco…”

Veamos lo que dice Nayib: somos un niño enfermo, bueno eso de estar enfermo, como sociedad, no es una revelación, todos lo sabemos; pero que aún seamos niños, como aquellos del “señor Patiño”, no tanto. Ya hemos arribado a la edad adulta en materia de política y políticos; engañarnos no será tan fácil de ahora en adelante, cada palabra, cada gesto del gobernante, cada acto del gobierno estará sometido a la micrométrica observación de los grupos pensantes de este país. Por otra parte, Nayib anuncia el suministro de una medicina amarga, que nos hará sufrir “un poco”. Lo que acongoja en todo esto es que la medicina amarga es la única promesa concreta que contiene la soflama de Nayib. ¡Todas las demás son palabras vacuas, como lo de que a todos nos tocará “empujar para sacar al país adelante!” Es preocupante ver que cuando dijo esto la multitud aplaudió y vitoreó frenética la ocurrencia del hablante, quizá porque ninguno en ella recordó o supo que, años atrás, ya se hablaba de “sacar a este buey de la barranca”. Lo tragicómico es que el buey aún sigue embarrancado, con el agravante de que ahora, se le dará una medicina amarga y se le hará sufrir, aunque sólo “un poco”.

La angustiosa incógnita es ahora, ¿cuál es la medicina amarga seguida de “un poco de sufrimiento” que nos receta el “Dr.” Bukele? ¿Quién nos dará la cucharada y quién aplicará el pequeño tormento…?

Creemos que habría generado menos ansiedad dentro de la masa popular si de una vez hubiese dicho que subirá el IVA y el impuesto sobre la renta, que aplicará el impuesto predial; el impuesto sucesoral, el impuesto a los boletos aéreos. El impuesto de soltería sumados todos ellos a los aproximadamente 24 impuestos que le dejaron de herencia los gobiernos de Funes y Sánchez Cerén. Cabe que le digamos a Bukele: Sea franco con el pueblo en cuyo seno usted nació. Si sus asesores aún no se lo dicen por carecer de los conocimientos y experiencia suficientes, estratégicamente, no es el momento de mentir y decir adivinanzas.

No vaya usted a convertirse en otro blanco de críticas mordaces y chistes como lo fue el titular del gobierno democristiano en los años 80, con la amenaza actual de los memes y troles.

Nuestros señalamientos, bien intencionados, no van dirigidos a su imagen personal, sino que subyacen en la convicción de que así, si es que nos escucha, ayudamos a orientar a su gobierno, en favor de los superiores intereses de nuestro pueblo.