Mientras el mundo físico se paró en los primeros seis meses de 2020 por el confinamiento para contener el avance del covid-19, el virtual mantuvo en funcionamiento a las economías y la sociedad. Este drástico cambio fue el detonante para que en El Salvador se impusiera el trabajo remoto como una alternativa que beneficia a menos del 20 % de su población por su alto grado de informalidad y baja conexión a Internet.

El teletrabajo fue la primera alternativa para las empresas cuando los gobiernos decretaron cuarentenas, pues les permitía mantenerse operativas y reducían el riesgo de contagios. Se estima que en Europa y Estados Unidos casi el 40 % de su fuerza laboral puede realizar sus actividades desde casa, pero en la región latinoamericana ese porcentaje se reduce a un 21.3 %, advierte la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en su informe “Universalizar el acceso a las tecnologías digitales para enfrentar los efectos del covid-19”.

El Salvador está por debajo de la cota regional, destaca la CEPAL, donde menos del 20 % de su fuerza laboral tiene probabilidad de teletrabajo, es decir, que al menos 20 de cada 100 ocupados en el país pudieron acceder a esta solución cuando se instaló la cuarentena domiciliar obligatoria en marzo pasado.

“En la región, el porcentaje de ocupaciones en las que se podría teletrabajar está condicionado por los elevados niveles de informalidad, que en 2018 alcanzaban más del 50 % del empleo total. La mayoría del empleo informal se concentra en sectores que necesitan interacción física, por lo que no se puede desarrollar en forma remota”, destaca la agencia de Naciones Unidas.

El trabajo remoto es una probabilidad para más del 80 % de las personas que se desempeñan en actividades como servicios profesionales, científicos y técnicos, también para quienes estén en educación, finanzas y seguros; pero, indica la CEPAL, para los ocupados en comercio mayorista y minorista es de 15 % y para agricultura apenas el 1 %.

Previo a la pandemia del covid-19, en El Salvador había 787,625 ocupados en el sector informal, quienes se desempeñan en su mayoría en comercio de las principales urbes. Estas personas vieron en cuestión de días como se cortaba sus ingresos y la advertencia de economistas y agencias de Naciones Unidas era el riesgo que estas familias se quedaran sin alimentos o dinero para comprar sustento.

Del lado de quienes realizan teletrabajo, está pendiente el trato psicológico para estos trabajados que debieron adaptarse a nuevas habilidades blandas en un entorno de confinamiento, con jornadas que sobrepasaban las horas que usualmente antes dedicaban en las oficinas.

 

La brecha digital

Además del alto grado de informalidad, el acceso al teletrabajo se condiciona ante la falta de infraestructura digital, el nivel de digitalización de las empresas y las habilidades ante las nuevas tecnologías. La CEPAL expone en su informe que en El Salvador la baja conectividad reduce la cantidad de ocupados que podrían realizar actividades remotas en hasta 9.1 puntos porcentuales.

Aspectos como el costo del servicio de banda ancha móvil y fija limitan a las familias a que puedan costearse paquetes de conexión. Esta brecha afecta al 90 % de los niños en El Salvador que vive en hogares pobres sin acceso a internet, un escenario similar para Bolivia, Paraguay y Perú.

¿Cuánto costaría conectar a estos hogares? Un ejercicio de la CEPAL expone que el costo en El Salvador para costear planes de internet de banda ancha móvil y fija para las familias urbanas no conectadas y la conexión móvil a las viviendas rurales es de 2 % del Producto Interno Bruto (BID) mensual.