El coronavirus ha dejado una estela luctuosa de 300 víctimas mortales hasta el fin de semana y más de 14,000 infectados confirmados de acuerdo a información difundida por las propias autoridades chinas; además, ha dado positivo en 130 casos, en 23 países, entre los que estarían: EE.UU., Alemania, Japón y Viet Nam, Tailandia, Corea del Sur; y un fallecido confirmado en Filipinas.

Sin embargo, más allá de lo alarmante de los datos, su propagación parece ser más lenta y menos letal que otros virus de las últimas dos décadas. Los expertos señalan que la tasa de fallecidos ronda el 11 % de los infectados, y que el principal rango de edad en los decesos ha sido de 56 a 67 años, algunos agravados con dolencias preexistentes como insuficiencias cardiacas, fumadores, diabéticos. Los decesos por lo general han sido producto de severas neumonías que dificultan la oxigenación de órganos vitales, por la acumulación de líquido en los pulmones.

La Organización Mundial para Salud (OMS) ha catalogado al coronavirus como “Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional”, caracterizada por el contagio de persona a persona, principalmente a través de secreciones respiratorias que se esparcen al toser o estornudar sin la debida protección ni para emisores ni para receptores; así como por manos infectadas puestas en contacto con ojos, nariz y boca. Los síntomas más recurrentes son: tos y dificultad para respirar, fiebre, dolor de garganta, dolor muscular, secreción nasal.

A diferencia de crisis pasadas por otros virus, la comunidad internacional reconoce los esfuerzos del gobierno de China por: la celeridad y capacidad de respuesta en la atención de los pacientes, la cuarentena de territorios y la disposición de recursos financieros y logística; reconociendo la transparencia y oportunidad con que se proporcionó información clara y completa a su población, y a la comunidad internacional.

En el mismo periodo, se destaca la construcción de un hospital especializado en la ciudad afectada de Wuhan, en tan solo una semana, con capacidad de 1,000 camas; y un segundo a construirse en 15 días, con capacidad de 1300 camas. En apenas dos días (21 y 22 de enero), las autoridades sanitarias pusieron a disposición 80 millones de mascarillas de protección respiratoria, accesorio considerado como la principal herramienta para detener la propagación de este virus, que solo sobrevive tres horas, fuera del cuerpo humano.

En las últimas dos décadas, es más frecuente la expansión de diferentes virus mortales. Pueden atribuirse tanto a los efectos del fenómeno del cambio climático y calentamiento global, que altera los ecosistemas de seres vivos, y puede provocar mutaciones; así como a los graves efectos de una desordenada sobrepoblación planetaria, que supera los 7,700 millones de personas, de los cuales la mayoría viven hacinadas con grandes desigualdades, provocando la invasión de reservas naturales, con el consecuente riesgo de ruptura de barreras biológicas. Asimismo, los patrones de consumo, en los que cada vez se ingieren mayores cantidades de carne de todo tipo.

La veloz expansión de estos fenómenos, también se relaciona con la globalización y tecnología, que cada vez desarrolla mayores facilidades de comunicación aérea, marítima y terrestre, movilizando globalmente a cientos de millones de personas y productos; una conectividad física en la que con la misma facilidad viajan y se expanden estas enfermedades.

Algunos virus letales surgieron en distintas latitudes y fueron debidamente calificados por la OMS, por ejemplo: el SARS (2002-2003), con más de 800 fallecidos; la influenza H1N1(2009-2010) con más de medio millón de fallecidos; el ébola (2014-2016) con más de 11 mil fallecidos. Esto, sin ampliar datos de poliomielitis, zika, chikungunya, dengue, difteria o cólera. Esta lista nos muestra el riesgo que padecemos todos, y por lo tanto que dolencias como estas no deben ser utilizadas para estigmatizar nacionalidades, o campañas mediáticas como armas de guerra comercial, y menos debieran constituir armamentos de arsenal biológico o bacteriológico alguno, poniendo en riesgo a la especie humana en su conjunto.

El presidente Bukele tiene el reto de superar su política de odio y confrontación, dedicándose a enfrentar amenazas como esta, fortaleciendo las capacidades de prevención, esto implica fortalecer y ampliar la red de equipos comunitarios de salud; ampliar el componente curricular educativo, fortalecer las capacidades de prevención y atención del riesgo, resolver la crisis de calidad y distribución de agua potable; contribuir con los gobiernos municipales para el saneamiento y manejo de desechos de mercados y plazas públicas; menudo reto para manejarlo por Twitter.