En El Salvador, las compras en otros países (importaciones) han sido mayores que las ventas (exportaciones), desde hace aproximadamente cincuenta años; al principio se tuvo que financiar ese déficit con las reservas internacionales y la inversión extranjera; luego la emigración de salvadoreños hizo que aumentaran las remesas a los familiares en El Salvador, compensando parcialmente ese déficit, con el dinero que enviaban los salvadoreños desde el exterior; el resto se financió con endeudamiento externo.

Las remesas que vienen de los salvadoreños que viven en el extranjero, comenzarán a disminuir, en la medida que los miembros de la familia de los migrantes también se vayan fuera del país; así como por las limitaciones migratorias que están poniendo los países desarrollados económicamente. La inversión extranjera disminuyó desde hace aproximadamente veinte años, especialmente porque la mano de obra en El Salvador es relativamente cara, el crecimiento de la delincuencia y de la corrupción; posiblemente se logre aumentar la inversión extranjera significativamente a corto y mediano plazo, en la medida que esas condiciones negativas vayan desapareciendo. Las exportaciones se encuentran estancadas, debido principalmente a la poca competitividad de las empresas nacionales, en relación a la de otros países que han venido mejorando rápidamente su tecnología de administración, producción y comercialización. Existe la intención gubernamental de incrementar las exportaciones, pero ese propósito puede lograrse en varios años. La deuda pública ha llegado a ser muy alta, tomando en cuenta el monto de la producción nacional y la capacidad del sector público de pagar los intereses y hacer las amortizaciones pertinentes.

En el caso de las compras en otros países (importaciones), han venido creciendo muy rápidamente, debido a la desgravación arancelaria (disminución de impuestos a la importación) que se realizó durante la administración del presidente Calderón Sol, creyendo que los países a los cuales exportábamos harían lo mismo, pero no fue así. Luego firmamos decenas de Tratados de Libre Comercio, en que nos comprometimos a continuar disminuyendo los impuestos a la importación a cambio que las contrapartes disminuyeran los impuestos a los productos que nosotros exportábamos; las exportaciones aumentaron, pero lo hicieron menos que las importaciones. A esto había que agregar que muchos salvadoreños que trabajan muy duro en el exterior, cuando envían las remesas lo hacen con el deseo de mejorar el nivel de vida de sus familiares, quieren que se den sus “gustitos”, que compren su buen televisor, refrigeradora, cocina, muebles de sala, buena ropa y juguetes para los niños, pero que en El Salvador, la mayoría de esos bienes vienen de otros países. Desde hace unos años, los salvadoreños que residimos en el país, consumimos más de lo que producimos, el resto se financia con las remesas familiares. En general el consumo en nuestro país, es superior al que deberíamos tener según nuestro nivel de producción, debido a la publicidad que se realiza por la televisión, los periódicos, el cine y los celulares.

Hace muchos años, las importaciones pagaban aranceles (impuestos) mucho más altos, con el objetivo que los salvadoreños prefirieran comprar productos hechos en El Salvador; al adoptar el modelo económico neoliberal, se disminuyeron esos impuestos bajo el supuesto que los consumidores se beneficiarían con mercancías más baratas, pero eso no fue así, el costo de la vida continuó aumentando.

Se deberían disminuir las compras de bienes y de servicios importados, que no sean necesarios para tener una vida digna; se deben disminuir las importaciones suntuarias o de lujo, que no son imprescindibles. La política gubernamental debería ser la de aumentar los impuestos o aranceles, para que esas mercancías se vuelvan más caras, impulsar el desarrollo tecnológico de las empresas salvadoreñas para que produzcan algunas de esas mercancías a un precio menor, realizar una campaña educativa permanente para que la población compre los productos salvadoreños y que ahorre para las emergencias y la vejez.

Algunas mercaderías de lujo son por ejemplo: automóviles de alto cilindraje, yates, pantallas grandes de televisión, teléfonos celulares de mejor calidad y alto precio, licores y perfumes relativamente caros, obras de arte, joyas, quesos procesados, embutidos y chocolates.