Muchos años después frente a la caja de televisión en la adorable casa paterna, Pablo había recordado aquel día domingo 20 de julio de 1969, cuando la humanidad llegó a la luna. Entonces, no reflexionó sobre el desarrollo tecnológico que impulsaba la calidad de esa misión. Estaba más concentrado en el inicio de sus estudios universitarios en la metrópoli, que implicaban un cambio del entorno social debido a su origen provinciano. Ha sido hasta ahora, 50 años más tarde, que con la cuarta revolución industrial y la entumecida tercera ola democrática –resistente a no seguir reconociendo ampliamente derechos políticos del ciudadano–, ha reflexionado sobre el actual avance informático sin límites, y sin embargo poco utilizada en beneficio de todos. Pero no ha sido tarde esa reacción.

Pablo ha escuchado de sus hijos que los expertos declaran que hace 50 años, teníamos una tecnología diez veces menos potente en comparación con la actual. Y sin embargo, el hombre llegó a la luna. Un hecho histórico visto ese día por 600 millones de seres humanos en televisión, y con el admirable imprevisto de una comunicación telefónica desde la tierra con los astronautas pisando la luna.

Pese a los avances tecnológicos, como blockchain por ejemplo, en estos tiempos resulta que hay personas empeñadas en eliminar lo que denominan el “difícil y complejo proceso de fraccionar la unidad del voto”, y con ello sacrificar la libertad de opción para elegir a los diputados, quienes serán los representantes de los hijos y nietos de Pablo.

Sería un retroceso mayor, piensa Pablo. Increíble, fue la palabra que pronunció, y continuó su monólogo: muchos siglos atrás los mayas supieron medir el tiempo, y comprender los movimientos del cielo, y en el presente, hasta con inteligencias artificiales de por medio, tratamos de ignorar que la cifra uno, de un voto, puede fraccionarse en múltiples millonésimas partes, ya no digamos entre un límite máximo de 24, y diez, siete, seis, cinco, cuatro, y tres partes. Se refería al número de diputados distribuidos en los 14 departamentos.

Finalmente preocupado, y con un esfuerzo inútil de empuñar los dedos de su mano derecha por el estado avanzado de la artritis, Pablo sentenció: no es falta de imaginación, pero la respuesta la tienen los ciudadanos, que no están condenados a no tener mejores oportunidades.