Mauricio Ulloa, un médico de 59 años, recuerda vívidamente el 28 y 29 de octubre de 1980, los días en que se perpetró el magnicidio de Félix Ulloa, rector de la Universidad de El Salvador (UES) desde 1979 hasta su muerte a escasos metros del recinto universitario, en manos de grupos paramilitares. Su caso lleva casi 40 años en tribunales salvadoreños, sin avances.

“Aparecieron los vehículos del Escuadrón de la Muerte y descargaron un arma de grueso calibre en su carro. En ese instante falleció el motorista que andaba con él, y él quedó herido muy grave. Esto fue el 28 de octubre”, recuerda el doctor.

Ulloa, quien recién había sido electo como presidente del Servicio Universitario Mundial, debía viajar a Ginebra, Suiza, ese mismo día para tomar posesión de su cargo; pero fue ametrallado sobre la 29 calle Poniente y la 25 avenida Norte, en San Salvador, esquina opuesta al Hospital Nacional de Niños Benjamín Bloom. Su hijo Mauricio tenía 20 años. Un dispositivo militar obstaculizó los primeros auxilios a su padre, pero falleció al día siguiente tras una operación. Una tanqueta de la extinta Guardia Nacional lo custodió hasta que se declaró oficialmente muerto.

El caso aún no logra avanzar en los tribunales salvadoreños, pero Mauricio Ulloa llevó la causa hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). La Fiscalía General de la República (FGR) llamó a la familia recientemente, para iniciar una investigación formal con los cuatro fiscales de crímenes de guerra, pero no se fía del proceso.

“No hay tiempo, no hay gente, no hay recursos para una investigación, y hay negativa del Ejecutivo a entregar las bitácoras e información que nos puede ayudar a saber quiénes salieron a operar ese día”, dice Mauricio, también hermano del actual vicepresidente de la República, Félix Ulloa hijo.

El médico está dispuesto a perdonar a los autores intelectuales y materiales de la muerte de su padre, siempre que se garantice el acceso a la verdad: “quiénes son los autores intelectuales y que digan por qué dieron la orden de asesinato”.

“Que públicamente pidan perdón a la sociedad, a la comunidad universitaria y a nosotros como familia. Yo, al menos en lo personal, estaría dispuesto a otorgarles el perdón”, afirma. “No estamos en una posición de venganza”, concluye.