Un juez de Kentucky negó la adopción de niños a parejas del mismo sexo, aduciendo: “El niño tiene el derecho superior de recuperar lo que ha perdido en lo natural: un padre y una madre”. El niño no es producto para satisfacer un anhelo emocional, ideológico o político; el niño es el fin supremo de la sociedad y del Estado.

Un argumento más profundo es el que presenta Monseñor Juan Vicente Córdoba, de la Conferencia Episcopal de Colombia, presidente de la Comisión de Bioética, Licenciado en filosofía, teología, historia y Magíster en Ciencia Política: “una adopción es replicar lo que perdió el niño, perdió a un papá y una mamá biológicos, por equis razón no los puede tener. Entonces el Estado, que debe cuidar de sus ciudadanos, le hacen una réplica, una semejanza, y le ponen otro papá y otra mamá, pero igual a lo que tuvo, parecido, papá, mamá, hombre y mujer que lo concibieron y lo dieron a luz.

No le pueden poner dos hombres, ni dos mujeres, sino cuidar para que tenga lo mismo”. Queda claro que debemos pensar más en el niño, el adoptando, que en los que adoptan. No es para llenar vacíos afectivos, emocionales, muy respetables de las parejas, sino para cuidar al niño que es al que está faltándole una familia para ser educado, pensar más en el niño que en las necesidades de los mayores y eso no es discriminación. Aquí el problema no son las parejas de homosexuales o heterosexuales, la prueba es que muchas veces a parejas heterosexuales no les conceden adopción porque les faltan los requisitos, por la edad, la salud, por lo económico, por las circunstancias sicológicas; entonces no se discrimina ni a hetero, ni a homosexuales porque el punto focal y el objetivo de todas las intenciones en esto no son los mayores, sean hetero u homosexuales, sino los niños.

El otro argumento, que es el sicológico, aunque digan que no les hace daño, claro que hace daño. ¿Por qué? Porque un niño y una niña a los 12 años buscan identidad del rol genital y sexual de género, y uno se identifica como hombre con su papá y la niña con la mamá. Pero si a mí me dicen que mi papá se llama “Gabriela” y al fin yo no sé si es hombre o mujer, y yo no sé qué soy, estoy en la edad de escoger sexo, rol sexual de identidad, entonces voy a tener una trabazón de identidades. La sexualidad tiene dos componentes: el componente hereditario de genes, que es mínimo y el ambiente, padre, madre, circunstancias, violaciones de niños, abusos, en fin, todas estas cosas de niño, que las dos cosas juntas dan.

A una persona con poca carga hereditaria el ambiente no logra, por más que lo abusen, que sea homosexual y a otra persona, basta un abuso pequeñito sencillo, pero ha tenido tal vez una carga u otros factores, el temperamento, la debilidad emocional, la falta de seguridad personal, no le dejaron identificarse con su rol sexual; es algo muy complejo. Entonces al niño hay que darle padre y madre, porque psicológicamente se necesita, porque jurídicamente debe protegerse, porque es la antropología de base y la ley natural de un niño que tiene derecho a que le den papá y mamá y no se lo escojan a la fuerza.

Por todas esas razones, no por capricho, con mucho respeto a todo el que piense distinto, por favor y con humildad, tenemos que ser voceros de unos valores y principios que no podemos permitir que se vayan pasando por unas minorías, muy respetables, pero las minorías no siempre se pueden respetar por ser minorías, el valor no es la minoría, el valor es lo que hay detrás de la minoría.

Ni las minorías, ni las mayorías deben ser las reinantes pruebas para decidir algo. ¿Qué debe ser? Los valores en sí, valores objetivos universales. La vida es un valor objetivo universal, por ejemplo, el respeto a la vida desde la concepción, que se respete la vida porque eso es parte inherente, de lo más íntimo de nuestro ser, de nuestros valores.

Una mayoría que vote por delincuencia, ¡no! Una mayoría que vote por violar niños ¡no! Porque el valor por el que la mayoría estaría votando no es un valor universal, es un antivalor. En el caso del derecho a ser adoptado, sí se deben respetar los valores de las mayorías. La minoría, por favor respetada en todo, es que aquí no se irrespeta a la pareja, se irrespeta al niño, y al niño sí tenemos que respetarlo, hay que darle lo mejor para su desarrollo integral.