En Colombia se desarrolla una huelga general que llevó al Gobierno al cierre temporal de sus fronteras, mientras que en Uruguay, la segunda vuelta electoral pondrá a prueba la que ha sido una robusta democracia.

Con éstos, ya no quedan países del cono sur que no sean noticia, mientras que en la región, las escenas de represión del régimen de Ortega y Murillo en Nicaragua, amenazando la vida e integridad de sacerdotes y ciudadanos refugiados en un templo católico le dan la vuelta al mundo, demostrando que en esta región del planeta, no existen democracias pacíficas que duren mucho tiempo.

En nuestro país el nuevo presidente legislativo ha convocado a una discusión urgente sobre el sistema de pensiones, pero no en el pleno del Salón Azul, sino en mesas de trabajo a las que asistirían únicamente dos representantes por cada partido político. Y aquí esa es probablemente la raíz de los problemas en las Américas: la pérdida del parlamento como espacio ideal de debate y búsqueda de soluciones. El que fue concebido como tribuna por excelencia del combate de ideas y de la representación ciudadana, va siendo desplazado por la lucha de calle, la reivindicación violenta de las ideas y el ataque anónimo desde redes sociales. No importa donde ocurra, las consecuencias están a la vista, y por ello es necesario devolver a los parlamentos la dignidad que alguna vez permitió a la sede legislativa ser reconocida como “La Casa del Pueblo”.