Dianne King (derecha), enfermera de Alabama, y dos de sus colegas, Carla Cooley de Georgia (centro) y Grace Morales de Texas (izquierda) fueron a trabajar a Nueva York durante el ápice de la pandemia de coronavirus. Foto AFP.


 

"Nunca me sentí tan apreciada", cuenta Diane King, una enfermera de Alabama que llegó a Nueva York para reforzar el personal de un hospital durante la pandemia de coronavirus, y ahora regresa a casa más motivada que nunca.

Como miles de enfermeros, esta mujer de 43 años partió hacia Nueva York el 3 de abril con el deseo de ayudar frente a las imágenes dramáticas de la situación en la Gran Manzana difundidas en la televisión, y atraída también "por un salario mucho más alto" de lo que hubiera ganado si se quedaba en Alabama (sur).

Especializada en cuidados cardíacos intensivos, renunció a su empleo de un día para otro, contó junto a sus colegas Grace Morales y Carla Cooley, que también llegaron desde el sur de Estados Unidos para reforzar los hospitales.

Las tres, poco habituadas a viajar y que no conocían Nueva York, se hallaron en el epicentro de la pandemia en Estados Unidos. Cuando llegaron, los muertos por el virus se contaban cada día por centenas y las nuevas hospitalizaciones se elevaban a más de mil.

El ritmo era intenso: guardias nocturnas de 12 horas, 21 días de corrido, y luego dos días libres antes de volver a empezar. Se alojaron en un hotel del centro de Manhattan, vacío por la crisis y a disposición del personal médico.

El Centro Médico de Roosevelt Island, donde trabajaron, se convirtió de la noche a la mañana en un centro de enfermos de Covid-19.

"Lo que más me chocó fue la cantidad de pacientes que llegaban sin cesar, literalmente alineados unos tras otros", dijo King.

No pudo ayudar tanto como le hubiera gustado, como cuando uno de sus pacientes, muy débil, se enteró de que su hermana acababa de morir de coronavirus. "No sabía qué decirle. Le tomé la mano, le dije que lo sentía mucho", relató.

- Recuperar las ganas -

A pesar de la improvisación y de "incoherencias" en un hospital que no estaba concebido para este tipo de situaciones, se sintió más útil que nunca.

"Hago de enfermera desde la edad de 13 años, la edad en que me ocupaba de una anciana del barrio. Nunca quise hacer otra cosa. Pero día tras día te gana la rutina, no te sientes valorizada y pierdes un poco las ganas", contó King.

"Lo más precioso en todo esto es la experiencia", dijo conteniéndose las lágrimas.

"Es el reconocimiento que tenemos como enfermeros, por la primera vez en mi carrera, de la parte de pacientes, de las familias, de la dirección (del hospital) o de personas que pasan por la calle y se detienen para agradecer", añadió.

El sentimiento es compartido por sus nuevas amigas. "Podremos estar orgullosas de lo que hicimos", dijo Grace Morales, que regresará a Texas en dos semanas.

King, madre de tres jóvenes adultos, regresó a Birmingham el miércoles de noche, y aprovechará su cuarentena obligatoria para descansar y reflexionar sobre el próximo paso de su carrera.