El triunfo electoral del kirchnerista Alberto Fernández, como nuevo presidente de la República Argentina, es un caso interesante en la conformación político-económica no solo del país hermano, sino a nivel de América Latina, para los próximos años. Lo primero que me llamó el interés por esos comicios, fue que dos destacados dirigentes del FMLN salvadoreño, no tardaron en redactar sendos mensajes de felicitación al ganador, mediante sus cuentas de redes sociales, sumándose de esa forma a las demostraciones de satisfacción que surgieron de inmediato desde México hasta la Patagonia por parte de la izquierda continental que refleja, aunque sea anémicamente, que los pueblos no están satisfechos con el desempeño gubernamental de los últimos lustros por regímenes de tendencia democrática y que, en suma, es un llamado de alerta para El Salvador, en especial, donde con seguridad ese triunfo peronista, que aun siendo un modelo fallido, ahora resurge de entre las cenizas, el cual, si la derecha se descuida, pudiera convertirse en una decepcionante repetición en los futuros escrutinios legislativos que se han programado para el año 2021.

El triunfo en el caso argentino, como recordaremos por estar aún fresco ese recuerdo desagradable, tuvo como antesala violentos disturbios que uno a uno se encendieron como pavesas bien orquestadas en Perú, Ecuador y Chile, sin pasar por alto, la perversidad del dictador boliviano, Evo Morales, que faltando a toda regla de ética política, en un giro repentino de 180 grados, deja sin efecto el recuento de votos, para que un Tribunal Supremo Electoral frágil y sumiso, le adjudicara, una vez más, su continuidad como jefe omnipotente de esa república andina.

De acuerdo a informes periodísticos, difundidos por agencias internacionales de reconocida seriedad y profesionalismo periodístico, el financiamiento y azuzamiento de tales desórdenes a la institucionalidad republicana, fueron hábilmente fraguados en el seno oscuro del llamado Foro de Sao Paulo, un engendro político del difunto dictador venezolano Hugo Chávez, que anhelaba una América Latina sometida a sus designios dictatoriales y que, en su debido tiempo, fue una tendencia firmemente apoyada por los dos gobiernos izquierdistas que tuvimos en el país.

El caso argentino, insisto, aparte de lo sucedido recientemente con el gane de Andrés Manuel López Obrador, en México; la permanencia arbitraria y represiva del matrimonio Ortega-Murillo en la conducción de Nicaragua; la continuidad del comunismo en Cuba y la poca resistencia, últimamente percibida, por sacudirse la dictadura atroz de Nicolás Maduro en Venezuela, deben formar parte de una urgente agenda de actividad política en los países que aún mantienen vigentes tanto el ejercicio del sufragio libre de imposiciones, como el goce de la libertad de prensa y expresión, aparte de otros derechos ciudadanos consagrados en sus respectivas constituciones.

Los planes malévolos urdidos en la oscuridad del Foro sanpaulino, para desterrar o hacer morir la influencia estadounidense en nuestro Continente, es y sigue siendo un peligro latente, un riesgo potencial para las débiles democracias supervivientes de la fiebre “anti imperialista” que encendieran Hugo Chávez y su camarada brasileño Inácio Silva da Lula, y que fue, precisamente, reiterado en su momento por la ideología peronista argentina, en las figuras del matrimonio Kirchner, cuya viuda, doña Cristina Fernández, se regodea al saborear su retorno al escenario partidario, pese a las graves acusaciones de fraudes, peculados, etc. que aún pesan sobre ella en diversos tribunales argentinos.

No trato de sembrar el pánico, sino de alentar una rápida y consciente toma de posturas que se antepongan, dentro del juego partidario democrático, para que la hiedra de extrema izquierda no vuelva a crecer más en nuestro amado Continente y, de manera particular, en nuestro Pulgarcito siempre anhelante de un mejor destino y un excelente desarrollo. De ahora en adelante, la mayor responsabilidad será para nuestros partidos y sus líderes políticos para que comiencen la búsqueda de pactos, de líneas conjuntas de acción, que al igual que hizo el presidente Piñera en Chile, o los mandatarios de Perú y Ecuador, que lograron abortar los planes del Foro chavista sean claros modelos a seguir en los próximos meses o semanas. La izquierda no se detendrá y si los demás se descuidan, no lloren después su fatal derrota.