Una de las facturas que le cobraron los electores a Arena y al FMLN fue la confrontación permanente, la polarización interminable. Aquella historia de que se bloqueaban mutuamente y solo lograban entendimientos cuando estaban al borde del precipicio y por la intervención de terceros. Creo que esos dos partidos todavía no han caído en cuenta de eso.

No sé cuántas oportunidades perdió el país de alcanzar acuerdos valiosos de nación. No hablo de esos “acuerdos de segunda generación” que tanto mencionaba en sus discursos el presidente Salvador Sánchez Cerén, pero que resultaron ser palabras que se llevaba el viento.

El último intento fue en mayo de 2015, en aquellos acuerdos de Ataco. Para mí fueron un rayito de esperanza en medio de tanta confrontación y polarización. Pero saliendo de la reunión, aquel acuerdo se convirtió en papel mojado y quedó en el olvido.

¿Podrá el presidente Nayib Bukele lograr un acuerdo en puntos esenciales de gobernabilidad o veremos otra oportunidad perdida? La respuesta solo la tienen él y la oposición política. Lo correcto, lo productivo, lo necesario para el país es que se alcancen acuerdos mínimos para resolver problemas tan graves como la economía, la gobernabilidad, la seguridad pública. ¿Habrá conciencia de eso en los protagonistas de la nueva realidad nacional?.

Precisamente alcanzar acuerdos de nación es lo que lo puede hacer diferente al futuro gobierno de “los mismos de siempre” -para usar esa expresión- porque confrontar y polarizar es el viejo método que llevó a la derrota al bipartidismo de postguerra.

Esta es una oportunidad nueva, la mesa está limpia, ojalá que el nuevo gobierno la aproveche para lograr entendimientos y que todos entiendan que ese método de choque no es algo que la población aprecia.