Por segunda vez en este año, el Washington Post dedica su editorial al Presidente de El Salvador. El primero fue posterior a la militarización por órdenes del mandatario de las instalaciones de la Asamblea Legislativa el 9 de febrero con el titulo “El presidente de El Salvador viola de manera alarmante las normas democráticas”.

En esta ocasión, el rotativo estadounidense, uno de los más respetados a nivel mundial, expresa su posición calzada por su junta de directores con el título “El presidente de El Salvador está usando Covid-19 como excusa para abusar de su poder”.

Sobre el primer editorial, en el mes de febrero el Washington post abrió sus páginas para que el presidente ejerciera derecho a respuesta, en la cual escribió “respeto la separación de poderes” y “La separación de poderes no está en riesgo en mi país”.

Poco tiempo después, leeríamos desde la cuenta oficial twitter del mandatorio las frases “mil veces malditos”, refiriéndose a diputados opositores en la Asamblea Legislativa, y “5 personas no van a decidir la muerte de miles de salvadoreños”, en alusión a los cinco magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia cuyas Resoluciones afirmó que no cumplirá.

La Sala ha resuelto que es inconstitucional que personas que se encuentran en la calle sean llevadas a delegaciones policiales y centros de contención como castigo por irrespetar el confinamiento domiciliar decretado por el gobierno, planteando que se trata de detenciones arbitrarias.

También la Sala ha resuelto que personas detenidas sean llevadas a sus viviendas para que continúen con la cuarentena y no se decomisen sus vehículos, así como se dote de equipo de protección a personal de salud y que en caso no estén garantizadas condiciones adecuadas en los centros de contención, las personas deben dejarse en libertad.

Son estas resoluciones a las que el presidente ha dicho que desacatará, dando como respuesta la orden de un toque de queda que llamó “cordón sanitario” en castigo a un pueblo entero en el puerto de La Libertad. Esto, en contraste con la permisividad de las autoridades a una manifestación alusiva al día internacional del trabajo que sindicalistas afines al gobierno realizaron el primero de mayo recorriendo principales avenidas de la capital.

Al parecer entonces, quienes son parte del gobierno o afines a éste pueden circular en las calles sin sufrir represalias, aún en casos en que se les haya encontrado manejando ebrios, como un supuesto asesor privado del director de la Policía Nacional Civil y gerente del partido GANA, hecho denunciado por un medio virtual.

Desafortunadamente, dice el editorial del Washington Post, “…el Sr. Bukele ya no respeta los límites legales…”. Al igual que un niño al que se su padre le castiga para que no mienta pero que le ve mentir a otros, difícilmente las personas acatarán a las autoridades si su presidente no acata a las autoridades a las que esta obligado a respetar.

Lo que queda entonces, es lo que vendrá en los próximos días. Más punición, más castigo, más estados de sitio y medidas aún más autoritarias contra cualquiera que sea señalado como detractor o, simplemente, desobediente.

Atrás han quedado las notas internacionales a favor de la imagen del entonces recién electo presidente en junio del año pasado. Se hablaba de un prometedor milenial, hijo de un respetado líder empresarial, con dominio del idioma inglés, que había logrado romper las taras partidarias de los dos principales partidos políticos que durante sus respectivos mandatos dejaron desilusión en una población entusiasta y crédula a su promesa de marcar la diferencia, de no ser “más de lo mismo”.

Esa misma población se irá dando cuenta, poco a poco, al igual que ya lo están haciendo los medios internacionales, como lo dice el Washington Post, que “…el principal interés del presidente populista no es proteger a los salvadoreños de la enfermedad; sino que está consolidando su poder personal a expensas de la frágil democracia del país…”. Esperemos que, cuando despertemos, no sea demasiado tarde.