En los últimos dos meses, desde su aparición, el novel coronavirus se ha expandido globalmente. Brotes epidémicos se han reportado en más de 60 países con más de 80 mil casos confirmados. Corea del Sur e Italia reportan casos por miles. En muchos de estos países el virus se encuentra circulando en la comunidad. Incluso el CDC americano dio indicios el pasado fin de semana que ya hay transmisión local en tres estados (California, Oregón, y el estado de Washington). De acuerdo con la directora del centro nacional para inmunización del CDC, Dra. Nancy Messonnier, “no se trata de si el brote de COVID-19 se convertirá en epidemia en nuestro país, sino más bien, cuándo y qué tan extenso será el problema”. El gobierno de Estados Unidos ya confirmaba el lunes seis muertes por COVID-19 en su territorio.

Dada esta expansión global, la palabra “pandemia” ha comenzado a resonar. Incluso el director general de la Organización Mundial de la Salud, Dr. Tedros Ghebreyesus, manifestó esta semana que nos encontramos al borde de una pandemia. Pero, las autoridades mundiales, aun se niegan a declarar que la epidemia del COVID-19 se ha transformado en una pandemia. ¿Pero por qué esa resistencia de parte de las autoridades sanitarias? La palabra pandemia, por lo general, nos produce a lo menos temor, pero también puede generar pánico, desorden social, y hasta inestabilidad económica a nivel mundial y en países, como el nuestro en pleno desarrollo.

¿Pero qué es una pandemia? ¿Y cuáles son los efectos prácticos que implica esa declaración?

Las crisis globales de salud tienden a progresar en fases. Por ejemplo, el brote epidémico del COVID-19 comenzó en una región pequeña de China conocida como Wuhan. Al extenderse dicho brote a otras regiones de China, como en realidad sucedió, se convirtió en una epidemia. Una pandemia se define como una epidemia que cruza bordes internacionales y afecta un gran número de personas a nivel global. Su definición se concentra en la geografía, dice la Dra. Lauren Sauer, profesora de la Universidad John Hopkins, no se trata de la severidad de la enfermedad o del número de casos, se trata de la extensión territorial global que una enfermedad pueda tener. Pero no toda enfermedad global es considerada una pandemia. La influenza o gripe estacional, llena la definición de pandemia, con la diferencia de su naturaleza cíclica según las estaciones. Eso es lo que la diferencia de una pandemia de Influenza, la cual no está determinada por estaciones en su diseminación.

Esta variabilidad estacional es una pregunta que todavía nos la hacemos con respecto a este nuevo coronavirus, ¿será que el aumento de temperaturas durante la primavera que se avecina disminuirá su patrón de transmisión?

Es importante entender que el hecho que una enfermedad epidémica se transforme en una pandemia no implica que sea severa y mortal. Enfermedades infecciosas, más o menos benignas, pueden ser pandemias. Si no veamos a la pandemia de la gripe H1N1, ocurrida en el 2009. Esta gripe causada por un nuevo virus, y distribuida mundialmente, causó muertes similares a la gripe común, o sea, fue una pandemia que no causó mayores estragos de salud o muerte en la población del mundo. En el lado opuesto, el mundo sufrió en 1918-19 la gripe española, que sí fue pandemia grave, donde murieron de 50 millones a 100 millones de personas en todo el mundo.

¿Quién declara un estado de pandemia? La declaración oficial solamente puede ser hecha por la OMS, los únicos con esta potestad. Algunos expertos creen que los límites para declarar una pandemia ya se han alcanzado y que la OMS debería declararla. Entonces, ¿qué detiene a la OMS para hacer esta declaración? En realidad, dice la Dra. Sauers, es pura semántica. Pero como dicen por ahí, las palabras “pesan” y las implicaciones en la expresión de dicha palabra, contiene importantes riesgos en términos de una innecesaria amplificación del miedo y el estigma, además de una potencial paralización de los sistemas en los países. Adicionalmente, una declaración de pandemia no tiene implicaciones legales. OMS ya declaró el COVID-19 como una emergencia de salud pública internacional, lo cual cubre las implicaciones legales para el manejo de esta epidemia. La declaración de pandemia únicamente indicaría que los sistemas de salud de los países afectados entran en fase de mitigación, o sea, se declaran incapaces de contener la epidemia, concentrándose en aminorar los daños e impacto de esta en sus respectivas poblaciones. Entonces, aunque estamos conscientes que existen “chispazos” en varias zonas del mundo, estos chispazos aún no han provocado el incendio. La gran incógnita no es si este se producirá, sino cuándo.