Me causó una honda decepción ver cómo algunos empezaron a causar daños en el parque Cuscatlán en el primer fin de semana que estuvo abierto. De repente tenemos un día un parque de primer mundo ¿y no apreciamos una obra de ese nivel?.

El parque está impresionante, basta verlo desde la calle para darse cuenta de la magnitud de su remodelación y es realmente muy agradable el ambiente y la ornamentación. Ver familias que usualmente no bajan de la 49 Avenida hacia el centro, caminando con toda tranquilidad y disfrutando el parque, debe ser una gran satisfacción no solo para quienes hicieron este parque posible sino también para todos los que aspiramos a un El Salvador en armonía.

Pero hay que cuidar estas obras. Todos criticamos esto o aquello de los servicios públicos de la ciudad o del país, pero cuando los tenemos, hay vándalos que claramente no los aprecian y por el contrario, buscan dañarlos. Terrible.

Es nuestro deber ciudadano cuidar estas obras, llamar la atención cuando veamos a alguien dañándolas y acabar esa terrible costumbre de tirar la basura donde les da la gana.

El caso del parque Cuscatlán es fruto de un importante donativo de la fundación Buffet, del gobierno estadounidense y de la Alcaldía de San Salvador. Hay muchas fundaciones extranjeras dispuestas a ayudar al país a reencontrar la senda de armonía y convivencia, pero es nuestro deber también mostrar que apreciamos esas obras, que las sabemos cuidar y que podemos aprovecharlas para nuestro sano esparcimiento.

El Salvador necesita muchos parques Cuscatlán, necesita que esas pocas manzanas que se han mejorado en el centro histórico se multipliquen, todos queremos ver linda la ciudad y el país, pues cuidemos lo que tanto ha costado tener.