Durante la última semana de agosto el Parlamento Centroamericano realizó en Managua la vigésima séptima Conferencia de Partidos Políticos, bajo el lema: “Los Partidos Políticos y el fortalecimiento de la paz en Centroamérica”. La institucionalización de estos foros es una tradición desde la primera conferencia en octubre de 1992; es un espacio de debate y diálogo para asumir los retos que enfrenta el sistema de partidos políticos en Centroamérica y República Dominicana; promueve el intercambio de experiencias para impulsar una mayor democratización, mejorar sus procesos internos y la incidencia social, contribuyendo así a la estabilidad democrática en cada país, fomentando la confianza, credibilidad y representatividad ciudadana.

Una de las conclusiones de la Conferencia es que la credibilidad de los partidos políticos está íntimamente ligada a la eficacia de sus liderazgos para resolver los problemas cotidianos y estructurales, así como en la generación de esperanza sobre las expectativas de la sociedad. Esto implica trascender de la democracia formal de los procesos electorales a los efectos tangibles de una democratización económica y social, bajo un enfoque de desarrollo sustentable y sostenible en el tiempo que asegure una sociedad equitativa y moderna, con seguridad y tranquilidad que esté fundamentada en: información veraz, asuntos públicos transparentes, fortaleza institucional, acceso real a la justicia, pleno respeto por los derechos humanos y, principalmente, que el ejemplo ético de los liderazgos esté en función de los intereses de la gente.

El foro ha sido coincidente en la necesidad de garantizar: un clima de paz y estabilidad en cada Estado; el respeto a su soberanía bajo el principio de no intervención en los asuntos internos de los países, condición indispensable para avanzar en el cumplimiento de los diecisiete compromisos en Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible (ODS 20/30) que comprende, entre otros, reducir la pobreza –y por ende las deficiencias de los sistemas de salud pública, así como graves problemas de vivienda y saneamiento, ambos elementos integrales del hábitat comunitario-; la lucha por la adaptación al cambio climático, la recuperación ambiental y la superación de las causas de la inseguridad, violencia y criminalidad, asociadas a la expansión de la migración forzada. Esto solo será posible fortaleciendo la institucionalidad y ciudadanía de cada Estado, y dentro de ello, el sistema de partidos políticos.

Además, en el mismo periodo se desarrolló la mesa de Ministros y expertos de Educación, en la que participó la ministra salvadoreña Carla Hananía de Varela, y en la que se concluyó que es prioridad sobrepasar los retrasos de nuestros sistemas educativos, requiriéndose consensos para alcanzar una educación de mejor calidad que reduzca las desigualdades ampliando las oportunidades, bajo la premisa de aprender para prosperar. Este objetivo implica: incrementar el porcentaje presupuestario para este rubro, aumentar el número de docentes, superar la dispersión en la formación docente, asegurar el control del Estado sobre la calidad y actualización de las competencias del magisterio, así como sus justas reivindicaciones; digitalizar la educación con tecnología apropiada, invertir en infraestructura y un nuevo enfoque curricular que privilegie el aprendizaje sobre la enseñanza, tomando en cuenta el entorno social, la autoestima, la disciplina y el concepto de ciudadanía.

En este contexto se expresó que el fortalecimiento de la representación y participación en los partidos políticos exige: mayor inclusión social, tolerancia y condiciones de respeto al debate de las divergencias, transparencia y reglas claras en los procedimientos internos para dirimir diferencias y elegir cargos; equidad en la participación y representación de mujeres y jóvenes; ampliación y democratización de la base de los partidos, sustentada en programas que aseguren la formación política ideológica de sus liderazgos y base; mayor comunicación desde las estructuras de los partidos con la sociedad aprovechando adecuadamente el uso de nuevas tecnologías y privilegiando la interacción con un cara a cara con la sociedad. Una conclusión más fue el necesario repaso histórico sobre las democracias en la región, hijas de los diferentes procesos de lucha de liberación nacional, que en algunos casos concluyeron en sendos acuerdos de paz o por la presión de acciones de una gran diversidad de movimientos sociales que definieron la ruta y celeridad de cambios en nuestros sistemas democráticos, en los que contribuyeron las rondas regionales de los “Acuerdos de Esquipulas”. En todos los casos esas experiencias nos aportaron la herramienta del diálogo para construir consensos y acuerdos de nación, experiencia que cualquier nuevo gobernante debería estudiar y asumir.