En las redes sociales se respira y se transpira odio, violencia y maldad, es decir, no se puede ni escribir “buenos días” porque inmediatamente saltan los troles escribiendo “y qué tienen de buenos” “como usted está bien y no le falta nada” “por eso son buenos días”, en fin, la de nunca acabar, de manera que hemos llegado a una época, donde pensar es pecado, opinar con argumentos se considera “expresiones de violencia” y refutar las mentiras de ciertos funcionarios que detentan el poder, es constituirse enemigo de la República; por lo tanto, es merecedor de ser quemado en la hoguera o ser decapitado en la plaza pública por orden del Rey.

Contrario a ello, se enarbola la mala educación, el lenguaje vulgar y el irrespeto a las autoridades, creyendo que con ello se está haciendo patria, como el caso de José Roberto Silva Rugamas, quien agredió verbalmente al diputado Schafick Hándal, no solo llegó a acosarlo a su lugar de trabajo, sino después confesó que lo había hecho porque le habían pagado unos dólares; sin embargo, nadie desconoce que este joven pertenece al partido político Nuevas Ideas, de tal manera que hemos comenzado una ruta sin retorno. La violencia como mecanismo de solución a los conflictos, el insulto en lugar del diálogo, la pedrada en lugar del argumento.

Con ello no estoy defendiendo al diputado Hándal pero toda persona, independientemente de su condición, merece respeto, así sea el peor delincuente que esté en la cárcel; de lo contrario, estaríamos frente a la Ley del Talión: ojo por ojo y diente por diente, pero por ahora vivimos en una República que posee un sistema de pesos y contrapesos, y guste o no, existen leyes para proporcionar un juicio justo a todo ciudadano al que se le atribuye la comisión de un delito, y tiene derecho a ser tratado como inocente hasta que se le pruebe su culpabilidad en un tribunal; de manera que incitar a la ciudadanía al odio y la violencia hacia la autoridad pública, no es la solución.

A los problemas de corrupción y de abusos de los recursos públicos en los que se han visto envueltos una gran cantidad de funcionarios públicos, entre ellos diputados que han inventado viajes o que, aprovechándose de su puesto destinaron recursos a cierta organización no gubernamental o incidir para contratar una buena parte de su parentela en la Asamblea Legislativa. De tal forma que la hoya de presión ha llegado a su límite, y por esa razón muchos salvadoreños justifican las amenazas y el lenguaje soez, frente a estos funcionarios públicos; no obstante, la violencia siempre será el lenguaje de los salvajes y el respeto el lenguaje de las personas civilizadas.

De modo que no se necesita recurrir a la violencia, para criticar, denunciar o señalar a los corruptos, esto debe ser un trabajo permanente de la ciudadanía, pero de nada sirve que se ultraje a un diputado, si teniendo pruebas no se presenta en la Fiscalía General de la República, ya que una mayoría de salvadoreños, solo se dejan llevar por las emociones y son controladas por mentes maestras que, aprovechándose de la necesidad de estas personas, los inducen a actos de violencia. En consecuencia, se convierten en títeres mediáticos, que siguen las órdenes de sus amos, que ciertamente lleva un contenido de desgaste enorme para los políticos tradicionales.

Frente al partido Nuevas Ideas, que al parecer desea tener la mayor ventaja en las elecciones del 2021, entonces la lucha no es por querer combatir la corrupción o el nepotismo, dado que esa situación se ha mantenido igual o peor que en los gobiernos de Arena y el FMLN, acá se trata del poder absoluto, de dominarlo todo, y tomar las decisiones lo más vertical posible; sin embargo, la ciudadanía aún no ha digerido lo que ocurrió en los últimos 30, que por darle un cheque en blanco al partido Arena y al FMLN, hicieron lo que quisieron con los recursos. Y sin querer vamos por el mismo rumbo, con la diferencia que esta será una larga dictadura con el Islam, como instrumento.