Romanticismo aparte, hay quizás una sola pero poderosa y objetiva razón para justificar la integración centroamericana: países tan pequeños como los cinco de la mano original y los tres que en el marco del SICA se han adherido, son demasiado pequeños para lograr economías de escala, hacer valer su condición ístmica estratégica entre el norte y sur del Continente Americano, así como tener cierto peso en los foros internacionales. Hay mil y un ejemplos de que lo afirmado es correcto, pero desgraciadamente a pesar de las manifestaciones de compromiso con la integración de quienes nos han gobernado, la realidad ha sido otra y ahora más que nunca se vive una crisis no vista desde que el SICA existe, año de 1991. Esta situación no se origina con la pandemia, aunque ésta la ha hecho más evidente.

Tanto en la Carta Constitutiva de la ODECA y específicamente en el texto del Protocolo de Tegucigalpa, se habla de Centroamérica como una comunidad económica y política que aspira a la integración centroamericana para constituir a la Región como una de “Paz, Libertad, Democracia y Desarrollo”. Se plantea la integración como un medio y no un fin en sí mismo, como una aspiración, un proceso, sin hitos ni tiempos obviamente para alcanzarlos, lo cual es “arma de dos filos”.

Estamos ya a casi 30 años de la suscripción del Protocolo de Tegucigalpa y la verdad es que luego de un comienzo muy promisorio y una recuperación a principios de la década pasada, los últimos años no han sido buenos para la integración centroamericana.

Hablar de integración política e inclusive de cooperación política entre los países miembros plenos del SICA es muy difícil y pareciera se va a complicar más. Como la integración europea lo manifiesta e inclusive la Unión Americana (EEUU), es prácticamente imposible alentar lo dicho al inicio del párrafo, entre países con esquemas políticos tan distintos, con gobernantes en algunos casos tan aferrados al poder y con visiones de lo que es la vida democrática, la paz, el desarrollo y la libertad, tan disímil como la que se da en estos momentos. Esta afirmación no es elucubración del suscrito…es lo que se dice, se lee y se percibe.

Uno podría afirmar sin arriesgar mucho a estar equivocado, que actualmente se violan artículos claves vinculados al ejercicio de la democracia pluralista y republicana, que es la del SICA, tanto en el Protocolo de Tegucigalpa, como en el Tratado de Seguridad Democrática, que no todos los países han aceptado por una u otra razón. Así mismo sucede con el PARLACEN, al que cada vez más le acechan tormentosos vientos, inclusive en los países que más lo han apoyado y con la Corte Centroamericana de Justicia, de membresía limitada y que en términos generales goza de bajos niveles de estima y confianza.

En Centroamérica sigue pesando su geografía que no ayuda a la integración y más bien “balcaniza”. Esa geografía, tan llena de obstáculos físicos para la integración contribuyó como en los Balcanes a la creación de naciones distintas, cada una con su estructura de poder propia, que si se ha motivado por la integración política, ha sido para su propio beneficio y en algún caso al menos, dominancia. Las culturas nacionales son disímiles, lo que es hasta cierto punto es superable como factor que divide e inclusive enriquecedor, pero ni siquiera podemos ponernos de acuerdo en nuestra historia común.

La confianza entre los países, especialmente entre los cinco de la mano original es raquítica, lo que haría inclusive que proyectos tan visionarios como lo es un potencial ferrocarril regional, tendría dificultades para concretarse. Éste es uno de muchos otros ejemplos. La integración implica interdependencia y eso requiere compromiso de Estado entre los miembros del SICA. No creo que se dé en las condiciones actuales.

Creo que el SICA requiere una depuración y dedicarse a lo que realmente es perentorio y factible en la integración como entre otros los siguientes: convergencia de políticas que integren, los temas comerciales incluyendo encadenamientos productivos, de inversión, ciencia y tecnología en el que poco se hace, de medio ambiente y cambio climático, desastres naturales y por negligencia, de infraestructura integracionista y el Mercado Eléctrico Regional. Otros temas donde la integración no avanza o no es pertinente pueden seguir siendo tratados como temas de cooperación para el desarrollo, entre ellos las pestes periódicas.

La Secretaría General, ocupada por un distinguido expresidente e integracionista a quien hay que reconocerle su esfuerzo, se ha convertido más en un ente facilitador de cooperación que en un ente de integración sistémica; podría afirmarse lo anterior porque ello ha sido lo posible.

Viene en junio de 2021 la elección de un nuevo Secretario General. Conviene por supuesto y como ha sido tradicional el cambio de timonel. Sin embargo, ojalá los gobernantes dejen de lado cualquier ambición hegemónica que puedan tener o deseo de premiar a alguien inadecuado para el cargo. Sin logros integracionistas concretos el SICA puede morir.