Un estudio publicado este año por la organización Freedom House, denominado “La libertad y la prensa: una espiral descendente” informa que la libertad de prensa enfrenta retos muy graves y de difícil solución en muchas partes del mundo. En algunos lugares debido al incremento de los atentados en contra de la integridad y la vida de los periodistas, pero en otros, la libertad de prensa se encuentra bajo ataque debido al ascenso de líderes populistas.

Numerosos estudios que intentan definir los rasgos de un líder populista generalmente coinciden en señalar algunos elementos comunes, sobre todo, en el manejo de las comunicaciones: A) El populista no le habla a la gente, tampoco habla con la gente; el populista habla por la gente. Es por su propia designación, el vocero del “verdadero pueblo”, tal como explica la periodista Ece Temelkuran en su libro “Cómo perder un país: 7 pasos de la democracia a la dictadura”. B) En este carácter, el populista crea una retórica que divide a la sociedad entre “ellos” y “nosotros”. “Ellos” son las élites que ostentan el poder y que le han fallado al pueblo históricamente. “Nosotros” son el populista, su séquito y el pueblo al que él pretende representar, tal como concluyen Kyle y Gultchin en su obra “Populists in Power around the World”. Una vez consolidadas estas premisas, el populista no permite que nada interfiera con su proyecto político, porque él actúa en representación del verdadero pueblo. En este contexto, quienes lo atacan son calificados como enemigos del pueblo y esto, como veremos más adelante, incluye generalmente a la prensa libre (Kyle y Mounk, 2019, The Populist Harm to Democracy).

Otro rasgo común de los populistas es la obsesión por controlar la narrativa y la percepción de la realidad, con el propósito de convencer a las masas de que todo lo que dicen es verdad y de que todo lo que hacen está bien. El gobernante populista siempre está en campaña. No es en vano que en años recientes, términos polémicos como hechos alternativos, posverdad o noticias falsas se han vuelto extremadamente populares. Poco importa que las ideas o las políticas públicas del populista sean irrazonables, xenófobas, racistas o antidemocráticas, el populista exige respeto por las mismas, porque él actúa en nombre y en favor del verdadero pueblo. Entre los ejemplos recientes, tenemos la dupla Chávez-Maduro, Trump y Bolsonaro.

La relación del periodismo independiente con un líder populista tiende a ser muy tensa y, en general, en los países en los que hay actualmente un jefe de estado o jefe de gobierno de este tipo, la libertad de prensa ha disminuido (Freedom House, 2019). En la retórica populista, quienes critican al líder son enemigos del verdadero pueblo, por lo que cuando la prensa independiente revela las incoherencias en el discurso del gobernante, lo antidemocrático o poco viable de sus políticas, junto con algún escándalo de corrupción, el populista arremete en contra de la prensa y manipula la opinión pública recurriendo al discurso de “ellos” contra “nosotros”. El profesor de periodismo político holandés, De Vreese, explica que en este tipo de régimen, la prensa crítica es estigmatizada como enemiga del pueblo. El populista incluye a los periodistas como parte de las élites que nunca han ayudado al pueblo. La única prensa buena es la que aplaude al supremo líder.

En este contexto, los periodistas independientes pueden ser objeto de distintos tipos de ataques dependiendo del nivel de debilitamiento de las instituciones democráticas que el populista haya producido, situación que debería preocuparnos a todos, porque sin una prensa libre es imposible obtener información veraz y objetiva que nos permita tomar decisiones informadas y exigir cuentas al poder. Por otra parte, las restricciones que puede llegar a sufrir el periodismo independiente en un régimen de este tipo también deberían alertarnos porque múltiples estudios sobre los efectos del populismo en la democracia señalan que, si bien la libertad de prensa tiende a ser una de las primeras libertades afectadas, la misma viene generalmente seguida de una restricción de los demás derechos civiles y políticos de todos los ciudadanos (Kyle y Mounk, 2019).

Hay populistas de populistas, pero los de tipo autoritario, primero debilitan a sus críticos y después debilitan la democracia, por lo que si queremos vivir en un país libre, necesitamos alzar nuestra voces en favor de los periodistas independientes.