A casi 10 meses de haber iniciado esta crisis sanitaria, y después de un leve respiro, estamos experimentando un nuevo resurgimiento en el número de casos, un crecimiento exponencial en el número de infecciones a nivel mundial y muy especialmente en los Estados Unidos y Europa. Nada menos el día de ayer, 490 mil nuevos casos, un récord en lo que va de la pandemia. Cientos de miles de nuevos casos y miles de muertes vimos en esta última semana, cuando todos pensábamos que, para esta época, la gran pandemia de este siglo hubiese diezmado un poco. Y en el intermedio, el mundo observa con mirada lastimosa y pasmada como nuestras economías se destruyen y millones de seres humanos se hunden en la pobreza. Es indudable, la industrial efectividad de transmisión del coronavirus, aunado a la notoria falta de preparación de todos y cada uno de nosotros, y de nuestros sistemas sanitarios para afrontar un problema que todos veíamos venir, pero que al final decidimos ignorar, pues el remedio no era” financieramente rentable”. Hablando a calzón quitado, el virus nos agarró con el culo al aire. ¿Y qué podemos hacer?

La mayoría de los expertos en epidemias coinciden en señalar que una estrategia solida de muestreo (testeo), es hoy por hoy, nuestra mejor opción para lograr mantener aplanada la curva epidémica sin dañar mortalmente nuestra economía, y con ello probablemente mantener viable nuestra civilización. Porque hay que ser realistas, estamos hablando de sobrevivencia en estos momentos. Eso que vamos a parar el aumento de casos, encarcelándonos en nuestras casas, solo en aquellas cabezas llenas de ideas nuevas caben, pues la realidad epidemiológica es otra. El mayor problema que nuestro actual enfoque sanitario tiene es que en algunos países, y a falta de información me atrevo a señalar a nuestro país, no existe una estrategia de testeo. ¿Pero cuáles son los componentes que una estrategia de testeo debería incluir?

En primer lugar, tendríamos que definir claramente y en términos simples, cual es el objetivo que queremos lograr con el manejo de la epidemia. ¿Es mantener el número de casos lo más bajo posible? ¿O mantenerlos a niveles para evitar que el sistema de salud colapse? Esta pregunta es fundamental, pues su respuesta determina básicamente dos aspectos del manejo de la epidemia. Uno es la identificación precisa de la intervención sanitaria a implementar, y el otro la magnitud del daño colateral que como sociedad estamos dispuestos a tolerar. Si nuestra sociedad está dispuesta a tolerar un daño substancial de la economía, con el consecuente retroceso social y humano de nuestra sociedad, incluyendo aumento de la pobreza, desempleo masivo, hambre de las poblaciones más vulnerables, aumento substancial de la delincuencia, aumento de la mortalidad por enfermedades crónicas y otros, entonces nos inclinaríamos a aplicar intervenciones, como los confinamientos y cordones sanitarios, y así mantener el número de nuevos casos los más bajo posible. Pero si la decisión es mantener el número de casos en niveles lo suficientemente bajos para evitar el colapso del sistema de salud y proteger nuestros medios de subsistencia como el trabajo, entonces la decisión se inclina hacia una estrategia sólida de testeo.

Esta estrategia incluiría la utilización de pruebas diagnósticas como el PCR (siglas en inglés de ‘Reacción en Cadena de la Polimerasa’), que son pruebas que, aunque enormemente fiables, requieren laboratorios, personal y equipo especializados, y además de ser caras, producen resultados en 24 o 48 horas. Pero además esta estrategia se complementa con las nuevas pruebas rápidas de antígeno, que, aunque menos fiables, son más baratas, no requieren de laboratorios, ni personal y equipo especializados, pero suficientemente sensibles para identificar aquellas personas con carga viral suficiente para transmitir la infección, además de producir resultados en 15 a 30 minutos. Por lo tanto, su masificación permitiría tener una visión más realista de la situación epidémica, con la consiguiente implementación de intervenciones localizadas para romper la cadena de transmisión y así mantener protegido nuestro sistema de salud, personas con mayor riesgo de enfermedad grave y nuestra economía.

Al mismo tiempo esta estrategia definiría las personas prioritarias para someterse a estas pruebas. Por lógica, estas deberían ser aquellas personas con mayores probabilidades de transmitir el virus, como por ejemplo personas con síntomas y sus nexos epidemiológicos, pero además personal de primera línea como personal de salud, personal de supermercados, policías y otros. El Salvador, es después de Panamá, el país con mayor tasa de pruebas en Centroamérica. Y aunque, un logro muy bueno, se puede mejorar con el fin de implementar una estrategia de mitigación de la epidemia, que sea viable y sostenible. No olvidemos que el coronavirus estará con nosotros muchos años por venir, por ello más que fotos en el Twitter necesitamos acciones sanitarias inteligentes y con ideas realmente nuevas.