El análisis de la entrega anterior tenía como objetivo replantear el problema del bipartidismo y exponer que el problema no es el bipartidismo, sino la forma como se ha estructurado en nuestra viva política y que ha dado pie a una crisis de legitimidad del sistema de partidos de El Salvador. Por lo tanto, si queremos superar la crisis, debemos enfocarnos no en su expresión institucional, sino en las raíces de su aparecimiento.

El bipartidismo en sí mismo no es negativo, hay múltiples ejemplos en que ha tenido la capacidad de perdurar por más de doscientos años, como es el caso de los Estados Unidos; y una buena parte de los sistemas partidarios de la Europa occidental; como todo sistema diseñado por los seres humanos tiene sus defectos, sus limitaciones y peligros, pero no hay sistema partidario que no los tenga.

Si nos abocamos al problema de la crisis de la legitimidad partidaria desde las perspectivas que analizamos en la entrega anterior, las alternativas que se nos presentan por un lado estarán empujadas por la necesidad de salir de la crisis y por el otro por la incertidumbre de sus resultados. Al menos se pueden visualizar tres posibles caminos de salida:

  • La sustitución en el binomio dominante. Es decir, el aparecimiento de nuevas alternativas partidarias que sustituyan a las que han dominado el escenario. Esta alternativa ya ha sido visitada en nuestra historia política, fue el caso del PCN que pasó de partido gobernante y dominante en la última etapa del militarismo a partido acompañante durante los gobiernos de Arena; de Arena que apareció como el partido opositor principal del PDC y luego pasó a ser el gobernante por 20 años, y finalmente el FMLN que con los Acuerdos de Paz se convirtió en 1994 en el principal partido de oposición y en 2009 en la fuerza gobernante y conformó la mayoría en la Asamblea Legislativa. Aún es prematuro evaluar las posibilidades de esta alternativa; lo que si es cierto que en el ambiente político se registra la necesidad de crear nuevos partidos y de hecho un par de ellos ya existen, (Nuevas Ideas y Nuestro Tiempo) pero aún no han pasado por el cedazo electoral y los otros partidos nuevos que se han creado, por lo general hacen un papel muy deficiente en el campo electoral.

  • La reforma del Binomio dominante. Es un hecho que en ambos partidos dominantes en la Asamblea legislativa suenan aires de reforma, pero que no está claro es el alcance y los contenidos de estos cambios más allá del hecho que otros accedan a su conducción, tanto en el FMLN como en Arena, lo cual es totalmente insuficiente; lo más importante es que se pretende reformar el partido, sin tomar en cuenta que la crisis es del sistema partidario y que al mismo tiempo que cambien los dirigentes, es indispensable un cambio sistémico tanto de la ley electoral como en la ley de partidos políticos; de lo contrario, la reformas de los dos partidos no lograrán que la ciudadanía abandone la condena a la que los ha sujeto.

  • La alternativa del Gatopardo: “Hay que cambiar para que no cambie nada”, es decir, unos cuantos cambios de estilo y personas, pero continuando sin atacar las raíces del problema de legitimidad, es decir, prolongar el estado de crisis mediante paliativos. La crisis va a continuar, aunque es difícil predecir por cuanto tiempo, la credibilidad de los actuales partidos continuará cayendo y la legitimidad del sistema político de democracia representativa constitucional irá perdiendo más o menos rápidamente sus posibilidades ya no solo de mantener lo que se ha logrado en estos años, sino abocándose a un retroceso a formas abiertamente autoritarias de ejercicio del poder, los ejemplos de Venezuela y mucho de lo que está sucediendo en la Europa Occidental son ejemplos y advertencias en un caso con una dictadura abierta y en el otro con el crecimiento electoral de partidos antidemocráticos. Por otra parte, si la primera alternativa no logra caminar a tiempo, lo que nos espera es un periodo de inestabilidad política en el que los enfrentamientos entre órganos fundamentales del gobierno se pongan a la orden del día y sean la puerta de la muerte de la democracia.