Ayer cientos de guatemaltecos escucharon de nueva cuenta las promesas de los candidatos presidenciales y municipales, en el cierre de la campaña a solo horas de las elecciones generales. / AFP


Más de ocho millones de guatemaltecos votarán mañana en unas elecciones generales que llevan mucha incertidumbre y contrastan con la esperanza de salir de una complicada racha de corrupción, violencia y pobreza.

Ayer los candidatos todavía gastaban los últimos cartuchos en con el afán de seguir seduciendo a más votantes, luego que una encuestadora proyectara que habrá segunda vuelta y poca participación.

Ayer la ex primera dama de Guatemala Sandra Torres, favorita para ganar las elecciones presidenciales el domingo, prometió mano implacable para combatir la inseguridad y la corrupción, que a su juicio impiden el desarrollo del país, una promesa ajustada en las últimas semanas para reducir la brecha de los indecisos.

“Voy a regresar a las calles las fuerzas combinadas del ejército y la policía para terminar con la violencia, la delincuencia y las extorsiones que hoy nos tienen de rodillas”, afirmó Torres en un efusivo discurso de cierre de campaña en el pueblo de Villa Nueva, al sur de la capital.

“Voy a ser implacable con los delincuentes. Con la ley en la mano vamos a defender a la ciudadanía”, agregó.

También ayer siguieron las denuncias de corrupción contra otros candidatos. Organizaciones sociales denunciaron ante la fiscalía al candidato presidencial por el partido gobernante, Estuardo Galdámez, y al ministro de Agricultura, Mario Méndez, por supuesta “compra de votos” antes de las elecciones generales de este domingo. Álvaro Montenegro, integrante del colectivo de organizaciones Alianza por las Reformas, que interpuso la denuncia, dijo a periodistas que el gobierno del presidente Jimmy Morales habría “orquestado” la compra de votos para favorecer al partido oficial, el derechista FCN-Nación.

 

 

Aldana aspirante en el extranjero

La exfiscal general, Thelma Aldana, aseguró que su ex­­clu­­­sión de las elecciones presidenciales fue orquestada por un sistema defensor de la impunidad que la vio como “un estorbo” para sus intereses ilícitos. “Yo era la única en ese momento con posibilidades reales de competir con la vieja política. Yo era el estorbo en ese momento”, dijo.