El fenómeno de la violencia le ha costado a El Salvador, a nuestras familias, una cantidad demasiado elevada en número de muertes y desapariciones, no digamos cantidad de heridos, violaciones sexuales, robos, extorsiones, etcétera… En nuestra historia posacuerdos de paz, llegamos a ser el segundo país más violento de la región y uno de los más violentos del mundo. De ahí la tremenda necesidad de enfocar esfuerzos en sofocar esa violencia y terminar con las estadísticas negativas, así surgen las ideas desde mano dura, súper dura, negociaciones y treguas hasta planes de control territorial.

Como país hemos invertido cualquier cantidad de millones de dólares en acciones de “prevención”, desde canchas para deporte hasta pago directo de bonos para jóvenes en riesgo. ¿El resultado?, diríamos hoy es bueno, toda esa inversión y atención al problema ha dado sus frutos, la reducción de homicidios según la estadística oficial es ya tendencia y eso nos mejora el ambiente en las calles, en la economía y la vida diaria, aunque sabemos que es una paz bastante frágil que se rompe regularmente en un solo día y de un tirón, con 2 a 3 muertos violentos en esos días que uno no se sabe, ¿qué pasó?

¿Reducir la estadística entonces nos hace menos violentos? ¿Reducir en las estadísticas nos hizo mejores ciudadanos? ¿Las pandillas dejaron de existir?

Yo creo que no, porque ser bueno o no cometer delitos o violencia no depende de las condiciones económicas, ni de la cantidad de policías en la calle, depende sí de lo que hay en cada corazón, de ahí sale todo lo malo, el deseo, la venganza, el odio, la envidia, etcétera, por ende esta momentánea paz siempre estará en riesgo en la medida de que no haya condiciones en el corazón de todos para desechar la violencia como método de solución de conflictos o método para buscar mejor condición de vida, sin embargo, debemos reconocer que llegar a ese estado llevará más tiempo y necesita un trabajo todavía más complicado. Entonces, ¿qué es lo que puede detener la violencia?

Algunos creen que se detiene al violento, si éste enfrenta temor a una violencia más grande, la que puede infligir un policía o una fuerza armada, de esto deriva el generar una fuerza de seguridad más fuerte, mejor dotada de equipos, pero más libre, con más capacidad de agresión y sometimiento, para crear el temor, algunos piensan que ese es el mejor disuasivo para cualquier mocoso rebelde o pandillero que quiera seguir “molestando” en las calles.

La idea de paz bajo temor no es nueva, de hecho así la vivimos los salvadoreños antes de la guerra, se temía a la Guardia Nacional a la Policía de Hacienda, al Organismo de Inteligencia y a otras fuerzas del “orden”, pero aquello se convirtió en todo un aparato de represión social y la paz se convirtió en guerra, en afrenta directa al sistema represivo hasta gastarnos 75 mil almas en una guerra compleja y ahora vista hacia atrás fue una verdadera pérdida de tiempo y vidas, por ello cuando se habla de Fuerza Armada y estado policial para controlar la violencia no puedo dejar de pensar que la historia se va a repetir, entonces, volvemos a preguntar: ¿qué podrá detener la violencia?

Mi conclusión es que únicamente detiene la violencia una institucionalidad fuerte, no es por muchos policías o por más armas sofisticadas y fuerza de puños, es fortaleciendo la Fiscalía y su capacidad de investigación, es fortaleciendo a todo el ministerio público, generando verdaderos jueces, aplicando la ley a todos desde todas las instituciones, es creando un estado en el que la violencia se vuelve innecesaria, ineficaz y mal vista, eso es lo que pasa en otros estados, el violento se contiene no porque no sea violento sino porque sabe que hay justicia, que hay gente capaz de aplicarle esa justicia y que será fácil probar su culpa y determinar una pena, el temor para el violento no está en fuerza contraria, está en la incapacidad de burlar los controles y en saber que nunca será más fuerte que todo el estado unido en su contra, por tanto la paz de ahora siempre será difícil sostenerla.