Entre los que nos dedicamos a estudiar el fenómeno teórico-político de la llamada “derecha” y la “izquierda” tanto desde la perspectiva de la teoría política como de la filosofía política, ha cobrado suma relevancia encontrar cuáles son los nuevos paradigmas que definen hoy día las mismas, así como los nuevos parámetros definitorios de una y otra. Así, algunos pensamos que si con la “desacralización” del Marxismo-Leninismo se acabó para siempre la lectura maniquea de la oposición derecha-izquierda, pues esta no resulta del todo carente de sentido, si consideramos que “La liberación del hombre del poder injusto y opresivo sigue siendo, pensándolo bien, el quid de la cuestión de la izquierda como ‘categoría de lo político’, capaz de resistir a cualquier proceso de desmitificación. Además, también la derecha representa una modalidad de lo humano, puesto que expresa el arraigo en la base de la naturaleza y de la historia, la defensa del pasado, de la tradición y de la herencia”, como afirma Dino Cofrancesco.

Así pues, una definición para ser no contingente, no ocasional, no subordinable a la variedad de posiciones históricamente determinadas, debe moverse siempre hacia la determinación de la actitud mental, de la idea inspiradora, en una palabra del “alma” de quien se declara de derechas -lo que naturalmente es válido, incluso para el que se declara de izquierdas-. El alma de la derecha puede ser expresada sintéticamente con el lema: “Nada fuera ni en contra de la tradición, todo en y por la tradición”. Si después se constata la existencia de distintas modalidades de la derecha, esto depende de los distintos significados de “tradición”. Así, Cofrancesco indica al menos seis de ellos: como arquetipo, como asunción ideal de una época axial o decisiva, en la historia de la humanidad; como fidelidad a la nación; como memoria histórica; como comunidad de destino; y finalmente, como conciencia de la complejidad de lo real. Detrás de estas distintas acepciones del término se vislumbran distintos movimientos, o también tan sólo distintas tomas de posición personal, pero el alma común puede explicar cómo puede producirse históricamente el paso, según los distintos momentos, de la una a la otra. Por poner un ejemplo, el trasvase en los años entre las dos guerras mundiales, de no pocos militantes políticos de la derecha conservadora a la tradicionalista, y de esta a la totalitaria.

A lo que apunta Cofrancesco no es tanto a la recopilación de un repertorio de opiniones, que son en su mayoría interesadas, pasionales, marcadas ideológicamente, de personas o grupos que se declaran de “derecha o de izquierda”, como a la elaboración de una distinción “crítica” de los dos conceptos, entendiendo por crítica un análisis valorativo o puramente descriptivo, capaz de renunciar o cargar los términos en cuestión de significados de valor que se excluyen mutuamente, y que tenga bien presente que derecha e izquierda no son conceptos absolutos sino históricamente relativos, o sea, “sólo dos maneras posibles de catalogar los distintos ideales políticos”, y por lo tanto “ni los únicos, ni siempre los más relevantes”.

El uso crítico de los dos conceptos es posible sólo si se renuncia a concebirlos como indicadores de totalidades históricas concretas, y se los interpreta como actitudes de fondo, como intenciones, según la definición de Karl Mannheim. En otras palabras, se pueden explicar ciertas confusiones, o superposiciones, que inducen a considerar que la distinción sea originariamente inexacta, o resulte inútil en un determinado contexto histórico, donde hombres de derecha y de izquierda se encuentran en el mismo campo de batalla, sólo si los dos términos se utilizan en sentido débil para designar una actitud política, y en cambio no se interpretan como la expresión de una vocación que permanece constante más allá de los sistemas de gobierno adoptados a partir de una determinada “mentalidad”.

Desde el punto de vista señalado, el hombre de “derecha” sería el que se preocupa, ante todo, de salvaguardar la tradición, y el hombre de “izquierda” en cambio, sería el que entiende, por encima de cualquier cosa, liberar a sus semejantes de las cadenas que les han sido impuestas por los privilegios de raza, casta, clase, etc. “Tradición” y “emancipación” pueden ser interpretadas también como metas últimas o fundamentales, y como tales irrenunciables, tanto por una parte como por la otra, y se pueden alcanzar con distintos medios según los tiempos y las situaciones. Ya que los mismos medios pueden ser adoptados unas veces por la izquierda y otras por la derecha, resultaría consecuentemente que derecha e izquierda pueden encontrarse y hasta emularse en relación con los medios según el contexto histórico de que se trate.