Por Claudio Martínez


Los premios individuales siempre generan polémica. Sin embargo, quizás porque se venía hablando y promocionando desde hacía al menos una semana, a pocos sorprendió que el Balón de Oro de Rusia 2018 se le otorgara al croata Luka Modric. ¿Pero fue realmente el mejor jugador del Mundial?

En mi opinión -que es rebatible, porque al fin de cuentas es una cuestión de gustos- no lo fue, ni por cerca. Muchos más decisivos fueron Antoine Griezmann y Eden Hazard. Es más, ni siquiera Modric fue el mejor de Croacia. El francés, por ejemplo, participó en 8 de los goles del campeón: 4 anotaciones y 4 asistencias. Sí, es cierto que tres de ellos fueron de penal y uno fue regalo de Muslera, pero aún así los penales hay que convertirlos, y el delantero del Atlético de Madrid mostró una frialdad desde los doce pasos que no tuvieron Messi, CR7 y el mismo Modric, que fallaron. Y las cuatro asistencias fueron clave: Griezmann puso balones aéreos que terminaron en goles importantes, entre ellos los de cuartos de final, semis y final. Hazard también fue decisivo con sus tres goles y dos asistencias, además de ser el jugador con más regates de promedio por partido, superando a Messi e Isco.

Quizás Modric acaparó en su imagen la simpatía que generó Croacia a lo largo de todo el Mundial. Y los cinco jueces que votaron -el brasileño Carlos Parreira, el nigeriano Emmanuel Amunike, el serbio Bora Milutinovic, el escocés Andy Roxburgh y el holandés Marco Van Basten- se dejaron llevar por esa sensación. Es cierto que hizo un desgaste enorme, y que recuperó 56 balones, pero fuera de eso su contribución ofensiva en números fue algo modesta. Dos goles (uno de penal, el otro golazo), un penal fallado y apenas una asistencia (centro para el gol de Vida ante Rusia). Entre los jugadores que regatean aparece en el puesto 29 y entre los que hacen remates en el número 88.

Todas las pelotas pasaban por él, no se puede negar. En sus siete partidos (más los 90’ extra) completó 439 pases con un 87% de eficiencia, pero básicamente porque la mayoría eran pases cortos. Con los balones largos -como es lógico- su efectividad se redujo. Igual eso indica poco: porque aún así no pudo superar los 485 pases de Sergio Ramos, con tres juegos menos y un porcentaje de exactitud similar, y conste que el español no es el futbolista más habilidoso del mundo ni por asomo. Su presencia en la final, su juego más flojo, se limitó a esos toques inofensivos que engrosan la efectividad pero no conducen a nada. Mejores números tuvo su compañero Ivan Perisic, por ejemplo, que anotó tres goles -todos ellos decisivos-, dio una asistencia y fue el jugador que más corrió (72 kilómetros) de todo el Mundial.