En 1984 publiqué el primero de mis libros titulado “Tras el muro del misterio”, en el cual narro varias experiencias históricas que, por su desarrollo en la vida real, son tanto inverosímiles, como difíciles de darles una explicación racional. Por eso, le añadí al título la frase “Experiencias parasicológicas” y que, sin embargo, se han producido, citando las fuentes de consulta. Entre esas experiencias, narro la fatal sombra que ha rodeado las administraciones gubernamentales de los Estados Unidos de América, cuando los presidentes son o fueron elegidos en años terminados en cero, tal y como acaba de suceder con el entrante presidente demócrata Joe Biden, para quien deseamos un período feliz y productivo, en provecho de la sociedad de su país y de los que conformamos América Latina, sus vecinos inmediatos.

Este trágico destino ha tenido varias excepciones, como sucedió con Ronald Reagan, elegido en 1980 pero que, sin embargo, fue víctima de un grave atentado en su contra donde casi perdió la vida. Pese a todo, echemos un vistazo a este triste recuento histórico que comenzó con William Henry Harrison, noveno presidente de la nación norteña, elegido en 1840, quien falleció el 4 de abril de 1841 víctima de una mortal infección broncopulmonar, a quien la leyenda le adjudica que fue el iniciador de esta fatalidad presidencial. Después aparece el abogado y político Abraham Lincoln, quien después de una vida azarosa por su ideal libertario en favor de los negros esclavos, alcanzó la presidencia por primera vez en 1860, desde la cual mantuvo inclaudicable su ideal, que devino en la llamada “Guerra de Secesión” con los Estados sureños del país. Poco después de su reelección, Lincoln fue asesinado a balazos por John Wilkes Booth, un actor desconocido, cuando asistía a una función dramática en el Teatro Ford, el 15 de abril de 1865.

El vigésimo presidente de Estados Unidos, James A. Garfield, fue elegido en 1880. En la mañana del 2 de julio de 1881, acompañado por su Secretario de Estado, Mr. Blame, se dirigía al “William´s College”, cuando fue herido a balazos por el desequilibrado mental Charles J. Guiteau. Tuvo una cruel agonía, hasta su deceso el 19 de septiembre de 1881. A continuación, en esta fatal secuencia de acontecimientos, aparece el presidente William McKinley, quien había logrado su reelección como mandatario en las elecciones de 1900, después de sostener guerra contra España en 1898 y lograr de este modo la liberación cubana, filipina y portorriqueña. En septiembre de 1901, las autoridades de la ciudad de Búfalo, en el Estado de Nueva York, lo invitaron para que procediera a inaugurar una exposición agroindustrial, pero al arribar a la misma, fue acribillado a balazos por un individuo violento.

Otro presidente estadounidense, elegido en año terminado en cero (1920), fue Warren Gamaliel Harding. Este mandatario se vio envuelto en diversos escándalos públicos, pero quizás el más contundente y que dañó su reputación personal y administrativa, fue el ser acusado de manejos corruptos con fondos de la Oficina Federal de Veteranos, cuyas investigaciones por parte del Senado y ataques públicos de diversos sectores opositores, concluyeron por minar gravemente su salud, hasta que falleció el 2 de agosto de 1923. La sombra de la leyenda seguía vigente.

La fatalidad no volvió a aparecer, sino hasta la asunción presidencial del inolvidable mandatario, Franklin D. Roosevelt, quien fue reelegido sucesivamente por cuatro períodos (un caso similar no ha vuelto a repetirse hasta hoy). Precisamente, la última vez en subir al solio presidencial fue en 1940, cuando Europa y algunas naciones asiáticas, ya estaban dentro de lo que conocemos como la Segunda Guerra Mundial, impulsada por el régimen nazi de Adolfo Hitler, desde Alemania. Roosevelt padecía de algunas dificultades en su salud, pero se mantenía siempre activo y mentalmente lúcido. Casi al final del conflicto, que costó millones de vidas y produjo destrucciones inimaginables, el apreciable jefe de la nación americana sucumbió a una hemorragia cerebral el 12 de abril de 1945. Fue reemplazado por el vicepresidente Harry S. Truman, que una vez también fue agredido. Finalmente, resta mencionar al estadista demócrata John Fitzgerald Kennedy, quien ocupó el trigésimo quinto sitio entre los presidentes estadounidenses. Fue elegido en 1960, pero en busca de su reelección, llegó a la ciudad de Dallas, Texas, donde un sujeto, Lee Harvey Oswald, le disparó con un arma de largo alcance y le ocasionó su muerte instantánea. La pregunta cruel es: ¿seguirá dándose tal fatalidad con el presidente Joe Biden, quien fue elegido recién en 2020? ¡Oremos a Dios porque siempre lo proteja!