Con la amenaza del Covid-19, la modalidad de cuarentena impuesta al país no refleja ninguna estrategia. La sorpresa de cada día son improvisadas medidas restrictivas cada vez más intimidantes, difusamente mezcladas con ofertas de alivio social, cargadas con más énfasis mediático, que de realidad. Nadie sabe cómo y cuándo se aplicarán.

Este modelo de cuarentena tiene efectos diferentes en cada estrato social. El sentido de esas medidas está claramente supeditado a una agenda política autoritaria de Bukele y su séquito, se corresponden a una visión conservadora y elitista y a un acomodado hábitat de bienestar económico, solo comparable con las vivencias de los diez jóvenes en los cuentos de Boccaccio a la llegada de la peste bubónica a Florencia en el siglo XIV.

Para la clase media y alta del país la crisis es aflictiva aunque desigualmente riesgosa por la disponibilidad de recursos, con énfasis en las previsibles perdidas de inversión y negocios. Para ellos la cuarentena es como “El Arca de Noe” un espacio seguro, con techo y protección garantizados, un plácido recogimiento con garantías de reservas de alimentos, bebidas, agua suficiente y una inmejorable oportunidad de estrechar lazos en el seno de familiar, ocasión propicia de asumir la parte -ocasionalmente descuidada- de la educación y formación de los hijos; un holgado espacio para leer y acceder en el internet a una infinidad de información superficial, o de fondo, sobre la crisis de salubridad que padecemos y los riesgos futuros que entraña.

En otro sector, a esta crisis provocada por la pandemia, además del virus, se suma el miedo intencionalmente azuzado por el doloso manejo gubernamental de la crisis, generando una sofocante zozobra y angustia en los micros y pequeños empresarios que subsisten en el límite de la sobrevivencia fiscal y de rentabilidad, trabajan permanente con la presión de onerosos alquileres, elevados costos de servicios, azuzados por proveedores y planillas por cubrir, ahogados por créditos hipotecarios pero que representan la mayor generación de empleo y tributos para el país. Estos curtidos guerreros de una desigual batalla, donde las ventajas del mercado y sistema garantizan a las grandes empresas, requieren más que nunca ser incluidos en la definición de políticas de salvataje y reactivación empresarial.

En la base de la pirámide está el sector informal, que constituye más del sesenta por ciento de la economía en penosa sobrevivencia, y que padecen todos los males de la micro y pequeña empresa, adicionándoseles: el ahogo permanente de la usura, sin perspectiva de protección social, la extorsión, dificultades de acceso a vivienda digna y segura, precarias condiciones de sobrevivencia, hacinamiento comunitario y familiar, falta de agua potable -indispensable en la crisis viral-, sin garantías de acceso a la canasta básica alimentaria; y ahora, para colmo, sin poder trabajar. Es urgente el auxilio inmediato de las instituciones gubernamentales. En estas condiciones, esta modalidad de cuarentena es un explosivo infierno de imprevisibles consecuencias.

De acuerdo a la CEPAL, serán graves los efectos del Covid-19 sobre la economía mundial y devastadores para América Latina y el Caribe: impactará la salud humana, crecerá la incertidumbre, reducción drástica de la oferta y demanda por las condiciones de producción y grave pérdida de ingresos y empleos. Según el análisis, en Latinoamérica y el Caribe, con una población de 620 millones de habitantes, los pobres se incrementarán de 185 a 220 millones y la pobreza extrema de 67,4 a 90 millones de personas. Es previsible la caída y precios de las exportaciones, especialmente de los productos básicos, escasez de materia prima en la industria de medicamentos y una severa afectación al turismo.

El Secretario General de la ONU ha señalado que se profundizarán las asimetrías entre las naciones y el descontento social contra estos modelos de globalización que no responden a las expectativas de la gente. En el mismo tono, la señora Bárcenas, Secretaria Ejecutiva de CEPAL, advirtió: “necesitamos repensar todo, la economía completa”.

La salida a esta crisis exige mayores niveles de solidaridad humana, es ejemplar la solidaridad mostrada por China ofreciendo asistencia a naciones afectadas por el Covid-19, y aun mayor la generosidad y nobleza del pueblo y gobierno de Cuba, que padeciendo el mayor bloqueo de la historia es capaz de ofrecer apoyo con médicos especialistas y técnicos a distintas naciones como Italia, Jamaica, Venezuela, Nicaragua, Trinidad, Granada, entre otros. Si ellos pueden hacerlo con otras naciones ¿por qué no podemos hacerlo con nosotros mismos?

Nuestro país necesita avanzar en la integración regional, aumentar el gasto social atendiendo especialmente a los más vulnerables, invertir en educación, en salud, agua y menos, mucho menos, en la militarización.