La administración presidencial de Nayib Bukele ha iniciado formalmente y los salvadoreños hemos escuchado el llamado a la unidad y a la responsabilidad compartida de parte del mandatario.

Ciertamente, el éxito o el fracaso de esta administración presidencial traerá consecuencias sobre todos los siete millones de salvadoreños, pero el mayor peso de la responsabilidad será del propio mandatario y del equipo que lo acompaña.

Por eso Bukele hizo la comparación de El Salvador con un niño enfermo, cuya salud no ha logrado mejorar pese a las atenciones de su familia y advirtió que habrá que tomar un poco de “medicina amarga”.

“Nos toca ahora a todos tomar un poco de medicina amarga, nos toca ahora a todos sufrir un poco, nos toca ahora a todos tener un poco de dolor, asumir nuestra responsabilidad y todos, como hermanos, sacar adelante a ese niño que es nuestra familia, es nuestro país, es El Salvador”, fueron sus palabras exactas.

El país lleva décadas sufriendo de problemas estructurales en lo económico, en lo social y en la seguridad que necesitan medicina amarga, pero hay que procurar que ese remedio sea realmente efectivo para el mal que padecemos y no tenga efectos colaterales que lamentar. He ahí la necesidad de consensos y entendimientos por el bien del país.