Los que sabemos de teoría política estamos claros que una de las tantas acepciones que e le pueden asignar a la política es la de conflicto, tanto de la configuración de éste en términos de la proyección de los intereses económicos de los coasociados, de la estructura hacia la superestructura que es El Estado (utilizando conceptos prestados del materialismo dialéctico, por supuesto sin ser marxista); así como de la concepción de la política como la manera en que tal conflicto se administra, así la política como conflicto y la política como forma o manera de administrar el conflicto.

Así de contradictoria es la política en forma teórica, aunque bien se pueden encontrar perfectamente sus cauces aplicativos a la hora de analizar y entender un determinado proceso político en una sociedad determinada. Todos sabemos y entendemos que en cada sociedad, por el hecho de ser tal, se presenta siempre su propio proceso político con sus muy particularidades formas y manifestaciones, condicionadas por supuesto, por sus propias realidades sociológicas. Así pues, me voy a referir al proceso político nacional, bajo la primera de las acepciones, como conflicto de intereses económicos que se proyectan hacia la superestructura que es El Estado, y adonde tratan estos grupos que los proyectan, de que prevalezcan por sobre cualquier otro interés.

Entonces ¿Cómo conceptualizamos el conflicto político salvadoreño de nuestros tiempos?, pues como el de un punto de inflexión de nuestra historia nacional, en el cual el status quo político instalado en la post-guerra no se termina de ir completamente y el nuevo establishment político aún no se termina de instalar completamente. ¿qué quiero significar con esto concretamente? Que la sustitución de la configuración bipartidista polar que se instaló en la post-guerra aún lucha -fieramente por cierto- negándose a desaparecer -se entiende la resistencia por cuestiones de supervivencia- y por ello ha adoptado un comportamiento político radical y extremo -aunque para algunos como este servidor le pueda parecer como políticamente torpe- que lejos de estarle redituando beneficios políticos, parece que está corriendo en su contra y le está causando más perjuicios que beneficios, pero que en la vida práctica está afectando de forma sustancial a grandes mayorías de la población, como por ejemplo en materia de salud.

No es posible ni aceptable bajo ningún respecto que intereses políticos que encarnan intereses económicos sectoriales y particulares, terminen prevaleciendo o pretendiendo prevalecer sobre los intereses de las grandes mayorías de este país, siempre orilladas, siempre marginadas, siempre discriminadas.

Así, esta clase política minoritaria, extremadamente minoritaria, pero económicamente muy influyente y que se acostumbró históricamente a controlar a la clase política para que siempre hiciera prevalecer sus intereses por encima de los intereses de las mayorías, está dispuesta a negarse de forma sistemática a perder ese papel en esta sociedad y por ello ha decidido ejecutar en forma concreta una política de oposición tozuda, negativa, retrógrada e irracional al gobierno, aún y aunque ello implique llevarse de encuentro al pueblo, pues ya es para ellos una cuestión de supervivencia: El status quo que les ha permitido controlar el estamento político para sus intereses se está desmoronando, y a la vez el instrumento partidario que han utilizado para ello se está muriendo, por ello ya otros intereses sociales son para ellos secundarios, muy secundarios, aunque sean los de las mayorías empobrecidas de este país.

Ellos, lejos de ser lo suficientemente inteligentes como para pensar en ser un grupo de poder económico sin expresiones partidarias y siempre dispuestos a apoyar las iniciativas políticas que les beneficien, provenientes de cualquier grupo político sin vincularse directamente a él -para no tener que sufrir la consecuencias de la debacle política del resultado electoral de “su partido político”, han decidido férreamente que seguirán apoyando abiertamente a su “tienda partidaria” hasta el final. Bueno, que sufran las consecuencias de esta decisión y probablemente sea la más negativa de las consecuencias.

¿Y el FMLN? En el más triste de los mundos, con una mentalidad triunfadora -sustentada a saber en qué proceso psicológico particular-, sin base real, también en una cruzada de supervivencia, adonde ha decidido “radicalizar al extremo su discurso y diatriba”, a lo único que le apuesta es a sacar uno o dos diputados y a sobrevivir a las elecciones y poder tener una especie de “fe” para el futuro. Será la fracción legislativa con más asesores mejor pagados de la historia de la Asamblea Legislativa.

Dicho lo anterior, nuestro sistema político se apresta a la gran batalla política para concluir lo que comenzamos el año pasado, es hora de devolverle el congreso a la gente, que es a quien legítimamente le pertenece…