El país vive el ascenso de un nuevo periodo político, cuyo inicio probablemente está marcado en los albores de la elección legislativa y municipal de 2018 y que se profundizó con el reciente resultado electoral. Sin embargo, las transformaciones sociales, económicas, culturales y políticas solo se podrán apreciar con el tiempo, desde una lectura honesta, metódica y desapasionada de los hechos y, sin duda, cual árbol podremos distinguir su real condición, profundidad y proporción de sus raíces, posibles enfermedades y el entorno apropiado del desarrollo, más allá de la simple apariencia de una primera vista a su follaje. Mientras, existe un claro interés del nuevo gobierno en magnificar las dificultades heredadas, para justificar sus aprietos en obtener resultados antes de la elección de 2021.

Sin embargo, la aplicación honesta de los parámetros de organismos internacionales permitirá reconocer la efectiva reducción de la pobreza, la disminución de las desigualdades, el mejor acceso a la educación y salud, el ordenamiento de las finanzas públicas; suficiente estabilidad y gobernabilidad, alternancia ejemplar; es decir, un perfectible Estado de Derecho en evolución que, con sus dificultades, es por mucho el más estable de la región.

Las excusas de la nueva administración buscando culpables –lo que justifica el no haber aceptado una transición ordenada- la puede llevar a perder tiempo y credibilidad. Nuestra sociedad evolucionó en exigencia y pragmatismo; desde la legitimidad de sus demandas, distingue mejor el presente y requiere resultados inmediatos de reivindicaciones como detener la criminalidad e inseguridad producida por la violencia de los grupos criminales de pandillas; generar más y mejores empleos; recibir incremento salarial acorde al alto costo de la vida; ampliar y profundizar la agenda social con calidad y calidez de servicios de salud, educación y transporte público, son todo un reto a las expectativas creadas por el presidente Bukele.

Para avanzar será imprescindible una reforma tributaria progresiva, en la que paguen más los que más tienen y profundizar la reforma de pensiones, por lo que el ritmo del progreso estará determinado tanto por la coherencia y capacidad de gestión del gobierno electo, por la confianza y empeño de la iniciativa privada con nuevas inversiones, así como por la ampliación de la cooperación internacional.

Adicionalmente, es muy importante el fortalecimiento, respeto y equilibrios entre los poderes e instituciones del Estado, el protagonismo del movimiento social organizado, la apertura a la fiscalización y escrutinio -a todo nivel, sin excepción- de los medios de comunicación y el rol de los partidos políticos de oposición, cuya recomposición es tortuosa y compleja.

El partido Arena está desorientado en el disputado y disperso espacio de la nueva derecha; mientras, el FMLN cada vez más descolorido, arrastrado a posturas de ambigüedad política e ideológica, muy distantes de la esencia revolucionaria de su base histórica y de las aspiraciones de transformación política, social y democrática que motivaron el conflicto armado y que fueron parcialmente recogidos en la agenda democrática de los Acuerdos de Paz.

El reciente cambio dirigencial del FMLN puede convertirse en un mero procedimiento sin mayor repercusión política si no recupera la ética, credibilidad, rumbo y compromiso con las mayorías pobres, la base histórica y una clase media pauperizada con muchas reivindicaciones. Deberá volcarse al trabajo de base y ampliación de alianzas, recobrar la esencia ética ejemplar de la izquierda y generar una estrecha relación -franca y autocrítica- con la población bajo el respeto a la naturaleza, liderazgo y autonomía del movimiento social. Además tendrá que forjarse y lucirse un decidido y sincero empeño -sin sectarismo- por alcanzar la unidad de las izquierdas en el país y formar un nuevo destacamento con principios que trasciendan de una mera maquinaria productora de votos.

La recuperación de la credibilidad de la izquierda, no es un problema de marketing político, buen manejo de medios y redes sociales; requiere, además, compromiso y valentía para separar del Frente a toda persona vinculada con indicios creíbles sobre nepotismo, corrupción o enriquecimiento ilícito. Empero, la democratización y modernización de los partidos políticos y recuperación de su credibilidad, está delimitada por la Ley de Partidos Políticos, que opera bajo el principio de que “las fieras se cuidan solas”, sin establecer regulaciones más estrictas, dificultando el control y fiscalización de las instituciones del Estado para supervisar sus procesos democráticos, instrumentos organizativos de afiliación y padrones, y menos sus finanzas.

Los retos de país son mayúsculos por lo que la oposición deberá recomponerse rápidamente, sin perder tiempo, mientras el gobierno tendrá que dejar de lucir como un niño chillón y ponerse a trabajar más allá de las redes, para enfrentar los problemas de nación.