Los anuncios de la conformación del nuevo gabinete marcan dos cambios históricamente necesarios, de forma y fondo. Hasta ahora, la designación de los titulares al frente de las principales carteras de Estado, ministerios y autónomas fue un asunto de irrelevancia en el interés ciudadano. En la lógica de nuestro sistema presidencialista, la conformación del gabinete ha sido un asunto de exclusividad del presidente electo quien, en correspondencia a los apoyos recibidos, ha otorgado el control de ciertas instituciones a representantes de grupos de poder específicos.

Durante los gobiernos de derecha, lo más común fue que las personas nombradas al frente de las instituciones provinieran de un sector específico, casi siempre representando los intereses del sector privado. Si bien hubo variantes en cuanto al equilibrio de lo técnico y lo político en los cuatro periodos de Arena, este principio no se modificó. Tampoco se modificó que el asunto de la elección fuera un tema conocido hasta pocos días antes o incluso después del traspaso de mandato o que éste fuera sometido al escrutinio de la opinión pública. Los currículos no eran divulgados públicamente y las cartas de presentación se centraban en aspectos como la procedencia del funcionario.

Al llegar la izquierda al poder, el asunto de la procedencia de los titulares se modificó levemente. Muchos fueron conocidos no por provenir del sector empresarial, sino por provenir del órgano legislativo. Sin embargo, la representación del sector privado al frente de carteras de Estado no fue la excepción en ninguno de los dos gobiernos. En la segunda gestión aparecieron nuevos rostros, se reciclaron algunos, pero se mantuvo la representación del sector privado en ciertas carteras. Al igual que los gobiernos de derecha, los nombramientos no fueron divulgados previamente y la población se vio, de un día para otro, con 13 nuevos ministros y ministras y más de 80 nuevos titulares de autónomas. Los currículos fueron públicos, pero ello fue debido a la Ley de Acceso a la Información Pública.

En la lógica de gestionar la política desde nuevas reglas, la dinámica ahora se presenta diferente. Luego de las primeras críticas por la nueva manera de presentar al gabinete, los seis primeros nombres han sido anunciados. Varios cambios de fondo se revelan con los nuevos nombramientos:

1) la experiencia de las nuevas ministras no refleja un patrón único, pero cada una de ellas reúne el perfil y la trayectoria necesaria para los cargos asignados;

2) el anuncio, al hacerlo gradualmente y con un formato moderno, ha permitido generar cierto nivel de interés y expectativa, y que buena parte de la población sepa quienes son sus nuevos funcionarios; algo que hasta ahora no era un asunto de interés;

3) no hay ataduras con un sector en particular. Las titulares nombradas lo han sido por tres cosas: capacidad, trayectoria y confianza. Ninguna responde a intereses del sector privado, de una estructura partidaria, ni menos de un sindicato.

La manera en la que se ha realizado el anuncio paulatino de las nuevas titulares, y las tres características antes mencionadas, marcan un antes y un después en la conformación del gabinete de gobierno. La paridad de género parece que, por primera vez, será realidad en los cargos del ejecutivo. Debemos todos entender que esto corresponde a una nueva manera de hacer política, en la que las redes sociales son ahora la plataforma de comunicación. Es parte de las nuevas reglas que los nuevos actores nos presentan y que responden a una nueva realidad y necesidad comunicacional y de escrutinio. También en política aplica la ley de la demanda y de la oferta y, en tal sentido, uno de los mayores retos del nuevo gabinete es que la oferta de funcionarias con sus perfiles y trayectorias propias responda a la demanda de cada uno de los temas impostergables que la función pública ha abandonado o atendido inadecuadamente por tres décadas.