Somos uno de los países más sobrediagnosticados del mundo. Diversas gestiones gubernamentales han financiado estudios a un altísimo costo que hoy están en el olvido. Expertos han venido, expertos se han ido y las políticas públicas han seguido inoperantes e ineficientes, pese a los valiosos insumos de mediciones técnicas que por pura mezquindad política han terminado en el cesto de la basura. Eso fue lo que hizo literalmente un exministro de Economía en la década de los 80, cuando encontró importantes proyectos que su antecesor le dejó en el escritorio. Los tomó y los deslizó al basurero, sin leer un solo párrafo.

La semana pasada conocimos el Informe de Calidad de Vida 2018, presentado por el Observatorio El Salvador Cómo Vamos. Como se esperaba, inseguridad, desempleo y pobreza marcan el diario vivir de la ciudadanía en los municipios encuestados, San Salvador, Santa Tecla y Mejicanos, seleccionados por su diversidad existente no obstante estar en una misma área geográfica.

Las instituciones que respaldan el referido estudio son serias: Glasswing Internacional, Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social, Universidad Tecnológica, Cámara de Comercio, Diario El Mundo y El Diario de Hoy. Por tanto, el nuevo Gobierno debería tomar en cuenta los resultados el mismo como un importante insumo para sus políticas públicas. Esto, por supuesto, en caso existan tales políticas y toda vez se soslaye la soberbia del burócrata mayor, quien se encuentra en pleno proceso de aprender a gobernar.

Si los salvadoreños nos tomáramos el tiempo de explorar rápidamente, la riqueza contenida en diagnósticos realizados en el pasado en los diferentes campos de acción de las políticas públicas, pero especialmente en las alternativas de solución propuestas por la Academia (fundamentalmente por medio de tesis enriquecidas con ideas verdaderamente innovadoras) tendientes a dar respuestas justamente a los diversos problemas que en el estudio del Observatorio El Salvador Cómo Vamos se señalan con realismo y gran sentido común (porque son el producto del contacto directo con la ciudadanía afectada/encuestada) resultaría inexplicable el desprecio que los gobernantes han hecho ante semejante riqueza de información, conocimiento y propuestas viables.

La única explicación que se podría encontrar es la de que el desorden administrativo planificado y la ineficiencia en materia de control y fiscalización le conviene a la clase política por ser el mejor terreno para que prolifere la corrupción de la que se nutren. Todos deberíamos, no solo abrigar la esperanza que los contenidos que el Plan Cuscatlán ha retomado de la Academia se materializarán, sino exigir que ello se lleve a cabo con la mayor transparencia, economía, cobertura, capacidad y efectividad, para cumplir con los objetivos de gestión de cada entidad y organismo bajo control operacional del Ejecutivo.

Recalco, El Salvador está sobrediagnosticado en todo y el Informe de Calidad de Vida 2018 lo que hace es ratificar lo que al menos en los últimos treinta años se ha venido señalando en estudios previos. Si el 82 % de la gente dice no estar satisfecha con el tráfico vehicular, tan solo para poner un ejemplo trivial, la pregunta que surge es ¿Por qué gobiernos anteriores no han puesto en práctica las recomendaciones de los sendos diagnósticos pre-existentes y engavetados quién sabe en qué oxidado archivo ministerial? Lo mismo podría decirse en todos los campos de la gestión gubernamental.

La desconfianza ciudadana en la Presidencia de la República, la mayoría de entidades del Órgano Ejecutivo, la Asamblea Legislativa, la Corte Suprema de Justicia y las Alcaldías es simplemente alarmante, pero comprensible, dada la mañosa conducta de quienes deberían ser ejemplo de honestidad y probidad: los presidentes.

Dado que el sentir ciudadano impregna el Informe de Calidad de Vida 2018 es imperativo que la actual administración se tome en serio los resultados que arroja – y los que vendrán en adelante en otros municipios – para evitar que El Salvador siga sobrediagnosticado y patinando.