Un día en lo muy profundo de mi corazón sé que Dios puso esta frase: “Si reparas la familia, reparas la nación” fue una experiencia resultante de mi búsqueda por entender los problemas de violencia que vive nuestro país y la región del triángulo norte. Circunstancialmente mi propia familia no caminaba por el rumbo correcto ya que vivía en ese momento en unión libre y no bajo el compromiso del matrimonio; por tanto, comencé aplicando a mi propia realidad esa frase y decidimos con mi ahora esposa casarnos, porque para que exista familia completa debe ésta existir bajo el compromiso matrimonial; luego de ello, grandes y preciosas cosas pasaron: logramos darle forma a una familia hecha de pequeños trozos, de diversas experiencias, fue como rehacer un jarrón roto y unirlo pedazo a pedazo, no era un jarrón precioso ni perfecto pero útil para lo más importante, contener amor y fe.

Padre (hombre), Madre (mujer), hijos… esa es la familia, ya sean hijos de tu propia sangre o adoptados, puede funcionar; hijos de crianza, padrastros o madrastras pueden llegar a funcionar, porque la familia es un diseño perfecto que aun y cuando no alcance perfección en su conformación, puede adquirirla en el amor y mucho más cuando el amor viene de Cristo; pero cuando esa organización se rompe por el divorcio, la migración, la violencia, el abandono, la irresponsabilidad parental o la mera falta de entendimiento, comienzan los problemas que no se reducen a los seres individuales que son golpeados por la separación familiar, sino por toda la sociedad que tiene que cargar con el daño emocional, mental y espiritual que provoca tal situación. Esto es lo que ha pasado con El Salvador: miles de familias han perdido vida, han sido mutiladas en su esencia, miles de hijos han crecido sin padres, sin madres, sin quien les guíe por camino recto, quien explique principios y valores, sin quien determine identidad al adolescente y quien le muestre el camino a la fe, al conocimiento de Dios y de sus preceptos, perdiéndose una cadena importante de continuidad y efectividad de la identidad familiar.

De ahí que una mara, pandilla o cualquier persona que ofrezca la atención y afecto puede ser atractivo para “adoptarse”, es decir, integrarse como hijo de una falsa familia con las consiguientes consecuencias de adquirir el resentimiento, la rebeldía, el odio y el endurecimiento de corazón como forma de vida, creando maldad y reproduciendo ciclos de familias rotas, no desarrolladas, en pobreza emocional y por ende en pobreza real.

Es necesario poner atención a estos detalles si realmente queremos detener la violencia, la delincuencia y por qué no decirlo la facilidad salvadoreña de crear conflicto; no lograremos mucho con meter gente a la cárcel por un tiempo, eso solo fortalece los sentimientos negativos, es imperioso devolvernos el amor y diseño de la familia.

De ahí que para encontrar solución a los problemas nacionales debemos pasar por diseñar y aplicar políticas públicas para la familia, considerándole como elemento sustancial de nuestros principios y valores, ya que por lo general las leyes y proyectos se encaminan con una visión de persona, dejando por fuera la gran realidad de la familia que es el plural de primera instancia de nuestra vida, si nos enfocamos en darle bienestar a la familia como un todo, como un fin y como el principio básico de la sociedad realmente conseguiríamos más que apostando todo a la represión.

Es posible que una solución de este tipo tenga a su peor enemigo en el tiempo, si se considera como una urgente necesidad y cortos los cinco años de cada período presidencial, pero la familia es una solución que necesita tiempo, pero que es muy eficiente en rendimiento al largo plazo. “Si rescatamos la familia, rescatamos la nación” es una visión fresca y diferente para comprender un problema viejo que se volvió crónico, piensa en cómo está tu familia y comienza a rescatar la nación, tu nación, la de tu metro cuadrado.