Hace años que la población reclama por lo que sucede con el transporte de pasajeros. Los diferentes gobiernos han gastado miles de millones de dólares en pagar el subsidio a buses y microbuses en una especie de barril sin fondo que se consume todo sin ver mayores resultados.

Esta semana se anunció que el Ministerio de Obras Públicas planea la suspensión de subsidio a nueve rutas de buses y ocho rutas de microbuses, por incumplir la ley de transporte. Un buen paso, una buena noticia para pasar de solo tirar el dinero a exigir resultados a cambio de esos fondos públicos.

Pero esas 17 rutas -lamentablemente- solo son la punta del iceberg. Sabemos lo que sucede ahí afuera con buses y microbuses cuyos motoristas probablemente nunca en su vida han leído ni siquiera el reglamento de tránsito y que pareciera que ni siquiera ven las señales de tránsito.

Impresiona que el ministro de Obras Públicas haya revelado que algunas unidades son fantasmas y solo cobran subsidio. Eso siempre se sospechó. Es un sistema bastante oscuro que no se ha tenido la voluntad ni las agallas para ordenar, porque en cada elección, el poderoso “lobby” del transporte se encarga de ganarle el pulso a los partidos políticos en campaña.

Por eso se ha tolerado a motoristas sin licencia, motoristas que deben decenas de miles de dólares en esquelas sin pagar, motoristas que no tienen permiso del VMT o que son capaces de manejar borrachos y/o drogados. Por eso se han tolerado unidades que no tienen la menor garantía de seguridad, sin capacidades técnicas mínimas para conducir gente.

Si las autoridades quieren ordenar el transporte, lo de las nueve rutas de buses y ocho de microbuses es bueno. Pero hace falta mucho más. Ordenar el sistema de transporte es una necesidad de la población.