En la Asamblea Legislativa se conocía ayer que el Estado ha entregado $516.9 millones en subsidio a los empresarios del transporte público de pasajeros en los últimos años, según cifras del Viceministerio de Transporte (VMT).

El subsidio al transporte público de pasajeros no puede ser eterno. Además, seamos claros, es un barril sin fondo donde el Estado ha puesto un dinero que ha beneficiado históricamente a los empresarios del transporte y no a los usuarios que siguen soportando unidades en mal estado, con pésimo mantenimiento, llenas de gente aún en plena pandemia y con motoristas irresponsables que muchas veces no tienen ni licencia o conducen bajo efectos de drogas o alcohol.

Para que lo dimensionemos, eso es un tercio del costo de los 84 kilómetros del sistema de trenes rápidos que está construyendo Costa Rica y que busca conectar cuatro provincias centrales de ese país. Es un proyecto que brindará servicio por al menos 18 horas diarias, los siete días de la semana, con frecuencias de cinco minutos en hora pico para días laborables. Tendrá una capacidad de 600 personas por tren y 200 mil por día.

El VMT no solo debe poner más requisitos en las inspecciones al transporte y a los motoristas que conducen, también debería aplicar medidas subsidiarias a los empresarios que contraten a esos malos motoristas. El transporte público es otra deuda del Estado salvadoreño a su población. Merece una transformación, una modernización real, sostenible y duradera, pero el subsidio eterno jamás será la solución.