Son momentos de unidad. De poner de nuestra parte primero para reducir al máximo el impacto de la pandemia, evitar los contagios y las muertes. Son momentos difíciles que nos obligarán a renunciar a la vida normal a la que estamos acostumbrados. Encerrados, aislados, sin convivencia, sin vida en las calles.
Son momentos para valorar el enorme trabajo que tendrán que tener los trabajadores de la Salud -históricamente mal pagados- y todos aquellos que en primera fila ayudarán al control de la enfermedad.
Esta será una crisis tremenda que tenemos que enfrentar juntos, que tenemos que vencer y a superar. No son tiempos de críticas destructivas, de discursos de odio, de lenguajes incendiarios ni esa actitud de estar en contra de todo y a favor de nada.
Ya llegará el tiempo para rendir cuentas y cuestionar, pero este es momento de converger en esfuerzos y en obedecer las medidas que las autoridades impongan. Las banderas políticas, la eterna polarización y las retóricas confrontativas ni alimentan ni curan las epidemias, por el contrario, envenenan el ambiente, desvían el enfoque y crean mayor incertidumbre.