En mayo de 1931 el abogado francés Alexis de Tocqueville, llegó a los Estados Unidos de América con el propósito de hacer un estudio sobre el sistema penitenciario de la entonces joven nación.

Comisionado para tal propósito por el Ministerio del Interior de su país, aprovechó la oportunidad para estudiar durante nueve meses la sociedad norteamericana, desde su geografía y costumbres hasta sus instituciones, pasando por el comportamiento de los ciudadanos y los gobernantes, comparando a unos y otros con los de aquellos países europeos en los que tenían su origen y trazando de esa forma un panorama general de la época y el lugar, que dio paso años después a su obra titulada “La Democracia en América”, editada por vez primera en 1835 y considerada un clásico de las ciencias políticas.

Tocqueville poseía un ingenio agudo, no dudaba en expresar sus críticas y dudas sobre la joven sociedad norteamericana, pero también se exaltaba con las crecientes ventajas que esta mostraba en materia de uso de la razón, organización política y libertades humanas. El análisis sobre el poder de la Unión y su descentralización en Estados independientes, propia del gobierno federal de aquel país, tenían para el abogado francés crecientes ventajas sobre las monarquías europeas y no dudó en alabar un gobierno a cargo de ciudadanos libres e iguales.

Al referirse al juicio político, Tocqueville escribió lo siguiente: “…El fin principal del juicio político, en los Estados Unidos, es quitar el poder a quien hace de él mal uso e impedir que ese mismo ciudadano se encuentre revestido de él en el porvenir. Es, como se ve, un acto administrativo al que se ha dado la solemnidad de una sentencia…”, agregando más adelante: “el tribunal que sanciona estos juicios está compuesto de los mismos elementos y sometido a las mismas influencias que el cuerpo encargado de acusar, lo que da un impulso casi insospechable a las pasiones vindicativas de los partidos…”.

De todo lo anterior se ha visto a lo largo de semanas de preparación del juicio político contra el actual presidente de los EE.UU. La justificación de iniciar un proceso político en su contra por parte del Senado y las sesiones del Congreso en las que se discutieron las reglas del procedimiento, los cargos señalados y el examen de pruebas de cargo que se alegarían, estuvo a la vista del mundo y dieron cuenta de todo lo que Tocqueville explicaba en su libro hace más de un siglo: el mal uso del poder, la solemnidad de los procedimientos, las influencias que se cernieron sobre el mismo juicio y las “pasiones vindicativas” de demócratas y republicanos por igual.

El intento de separar al presidente Trump de su cargo ejecutivo por presunto abuso de poder y por obstaculización de las investigaciones en su contra, dejó a la vista la creciente polarización política de la sociedad norteamericana, la indiferencia de buena parte de la ciudadanía y la poca efectividad que pueden tener los mecanismos de control del poder, cuando su aplicación depende de la voluntad de bloques de intereses, en medio de un clima pre electoral en el que las pasiones mencionadas por Tocqueville estuvieron a la vista: desde los ataques a testigos hasta el gesto simbólico de la líder del partido Demócrata que rompió un ejemplar del discurso a la Nación del presidente Trump, apenas un día antes de su absolución en el proceso en su contra.

El mensaje que se envía al mundo es claro: el ejercicio de las relaciones diplomáticas puede servir para debilitar a la oposición política interna, la existencia de barreras en el acceso a información en poder del órgano ejecutivo es un mecanismo legítimo de defensa del gobierno y los testimonios de colaboradores civiles o militares del presidente en funciones, son considerados un acto de traición antes que un servicio a la República que representan. Así, la rendición de cuentas y los controles jurídicos y políticos solo son efectivos cuando se aplican al que ocupa una posición de desventaja en el espectro político, “América es grande otra vez” pero a un costo terrible en el aprecio por su democracia.

Tocqueville concluye en su libro el capítulo reservado para el juicio político afirmando lo siguiente: “Cuando las repúblicas americanas comiencen a degenerar, creo que será posible reconocerlo fácilmente: bastará ver si el número de juicios políticos aumenta…”.