Hace muchos años, el doctor Juan José Borja Nathan decidió llevar a su hija Julia Margarita Borja Papini a un concurso de caballos peruanos, una de sus grandes aficiones. Vestida con el traje típico para la ocasión, advirtió de pronto que montaba una yegua de la cual empezó a deslizarse hasta caer. El doctor Borja Nathan, quien iba detrás, la tomó de las manos, la volvió a sentar y le dijo: “Sea valiente, no se baje, siga adelante”.

“Eso me enseñó a que bajo ningún punto de vista había que rendirse y, más bien, había que enfrentar con valentía los problemas de la vida”, reflexiona ahora su hija Julia Margarita.

“Esa misma valentía fue la que mi padre impuso a Diario El Mundo al expresar la noticia independiente y sin temores”, agrega.

Ese insistente deseo de educar y transmitir valores del doctor Borja, no solo a sus hijos, marcó su vida y a una de las empresas que fundó: Diario El Mundo. El doctor Borja Nathan es recordado por su familia como una persona que escuchaba y enseñaba de una manera peculiar, con ejemplos de vida práctica. “Mi papá tenía uno los activos más grandes que una persona puede tener y es que el sabía escuchar y después opinar. Él nos dedicaba tiempo y nos aconsejaba y eso es una de las cosas más lindas que te puede suceder en la vida como hijo y como ser humano”, dice don Juan José Borja Papini, su hijo mayor, ahora presidente de Grupo Borja y de Diario El Mundo.

La educación era su principio. Su hijo menor, Ernesto, lo recuerda como un gran conversador que muy sutilmente intentaba educar: “Mi papá siempre fue una persona a la que le gustaba platicar mucho, era un gran conversador, nos inculcaba a platicar con él, en su método, sencillez y su instinto, nos metía la semillita que él quería, cómo mantener la unión, nos guiaba”.

Su hija, Julia Margarita, explica cómo ese deseo de educar lo usó en Diario El Mundo. “Para mi papá, Diario El Mundo era un orgullo personal, un incentivo intelectual, la empresa más querida que él tuvo, un reflejo de su personalidad. Le fascinaba transmitir valores a través del Diario”, recuerda.

Era un hombre elegante de buen porte y voz de mando, tolerante, exigente, con un ojo extraordinario para los negocios, un señorón con corazón de oro, dueño de su propio tiempo, sin horario ni calendario, el hijo más bueno y enamorado de El Salvador. Con todas estas palabras es recordado por su familia y sus amigos más cercanos el doctor Borja Nathan, nacido el 4 de julio de 1935 en la ciudad de Ahuachapán, en donde jugó a las canicas de pequeño con su pariente y gran amigo de buenas y malas, el doctor Francisco Salvador Tobar, quien a sus 84 años lo recuerda con nostalgia, cariño y admiración.

El Dr. Borja Nathan estudió en el Colegio Josefino de Ahuachapán. Cuando tenía siete años enfermó y su madre encomendó su salud a Juan Bosco, el santo de la juventud. Fue así como se convirtió en devoto de San Juan Bosco. A los 17 años viajó a España a estudiar en la Universidad de Salamanca, de donde se graduó de doctor en leyes, con honores.

Regresó a El Salvador e hizo servicio social como juez de San Juan Opico en La Libertad. Aunque fue la única vez que ejerció su profesión, no dejó de cultivarse con la lectura, sobre todo en política e historia. “Era un lector empedernido. Le gustaban las biografías, de Stefan Zweig”, recuerda su hijo don Juan José, quien intenta resumir cómo era su papá con pocas palabras: “Una persona honrada, de palabra, enamorado de El Salvador, buen hijo y padre, humano, simpático, culto”. No es suficiente para pintar quién fue el impulsor de un periódico que aspiraba siempre a buscar la verdad y el pluralismo: Diario El Mundo.

Doña Margarita Papini de Borja, su esposa, fue pilar fundamental del éxito del Diario, y siempre apoyó al Dr. Borja, a quien esperaba con los brazos abiertos después de cerrar el vespertino.

“Recuerdo lo mucho que le importaba resaltar lo grande de El Salvador y todas las posibilidades que pudiera tener”, dice doña Margarita, quien se manifiesta orgullosa del quincuagésimo aniversario de El Mundo.

“El Mundo era tema de conversación constante en la casa e inyectaba mucho dinamismo en las conversaciones durante la cena”, recuerda.

El doctor Borja Nathan (derecha), junto a su hijo, Juan José Borja Papini, actual presidente de El Mundo, durante una premiación en los años 90. / DEM


Sus ideales, su estilo y su diario

El doctor Borja Nathan se sentía atraído por la búsqueda de la verdad, la transmisión de valores y el conocimiento político, pero nunca se integró a instituciones partidarias. El doctor Francisco Tobar lo reconoce como un líder que escuchaba consejo y atendía cuando alguien le decía: “Creo que eso no debe ser así”. Tenía justo lo necesario, pero sus ambiciones políticas eran nulas: no fue un hombre de famas. Quería una sociedad libre y democrática, pero sin cuadraturas. Fue definido por su hijo Juan José como conservador liberal pero “con la apertura a entender la transformación del ser humano y del mundo”.

Haber fundado Diario El Mundo, aquel 6 de febrero de 1967, vino a “satisfacer su visión y su forma de pensar”, reflexiona su hijo Ernesto, quien lo recuerda escribiendo artículos a máquina en casa por las tardes o las noches. “Una persona que le gusta escribir, analizar, transmitir pensamientos, hace que sea como el momento perfecto para que mi papá tome la decisión”, dice, al explicar la fundación de Diario El Mundo.

De acuerdo a don Arturo Argüello Oertel, gerente general de Diario El Mundo desde 1977, el doctor Borja Nathan “fue pionero en abrir las puertas de la libertad de expresión” ante “serias críticas de sectores económicos”. La publicación de campos pagados de toda tendencia en medio del conflicto armado de los 80, fue fruto de largas reuniones que le valieron críticas de sectores influyentes. Don Arturo recuerda cómo la muerte del beato Óscar Arnulfo Romero y la ofensiva del FMLN de 1989 afectaron mucho emocionalmente al doctor. Amaba mucho a su país, afirma.

Aquel hombre de gran porte con voz de mando, sensible y educador es recordado como un hijo incomparable y dedicado. Uno de los golpes más duros de su vida fue precisamente la muerte de su madre, a quien amaba, respetaba, cuidaba y veneraba, algo de lo cual se declararon testigos toda su familia, amigos, entre ellos, el doctor Tobar y su hijo Álvaro.

Su secretaria de años en el periódico, Rosa María Chacón, cuenta cómo ayudaba a los empleados cuando se daba cuenta de sus necesidades. “Tenía un corazón noble”, expresa. Arturo Argüello fue testigo de esa nobleza: “Hay que ayudarle a la gente, la gente con un problema no puede trabajar”, le decía.

El doctor Tobar expresa por qué dejó un gran vacío cuando falleció el 29 de octubre de 2001: “Era un hombre fuera de serie. Cambió mi vida completamente. ¿Por qué no hay en este país muchas personas como Chepe Borja? Era un hombre multifacético, a la hora de trabajar, era serio, exigente, acucioso, certero en la solución de los problemas. A la hora de divertirnos, era una cosa maravillosa”.

Tenía una afición por los caballos, “El Zorro”, “Pulgarcito” y “Ñagüiño” eran tres de sus caballos favoritos y los montaba con gran habilidad usando un atuendo peruano.

Tenía un humor especial, recuerda su hijo Ernesto cuando relata la historia de cómo el doctor le puso nombre al perro cuya adquisición habían planificado juntos de manera metódica. “Fue mi última conexión antes de su muerte”, advierte. Lo había nombrado “Trotski”.