La matanza de seis jóvenes en las cercanías del mercado La Tiendona nos ha hecho recordar el terrible mal de la violencia criminal latente que prevalece en El Salvador debido a las pandillas.

Esas bandas delincuenciales han destruido miles de vidas en los últimos 25 años, han asesinado a miles de salvadoreños, han forzado el desplazamiento de decenas de miles y extorsionan a diario a salvadoreños de todos los estratos sociales, desde humildes pobladores de comunidades pobres hasta grandes empresas. Esa es nuestra cruda realidad.

Ciertamente los planes de seguridad gubernamentales han hecho bajar las cifras, el país tiene menos homicidios que en el pasado reciente, pero el problema sigue ahí. Las pandillas y sus perversas prácticas resurgen cada vez que ellos quieren y es especialmente peligroso en periodos electorales como hemos visto en el pasado reciente que hasta han terminado negociando con sectores políticos.

No se puede descuidar el fenómeno de la violencia. Si ya tenemos problemas gravísimos debido a la pandemia como la crisis económica y la crisis fiscal, un resurgimiento brutal de la violencia de las pandillas sería el hundimiento definitivo del país.

Las autoridades deben combatir a las pandillas con firmeza pero sobre todo con inteligencia, con una estrategia clara y definida que tenga como objetivo primordial el defender a la ciudadanía de su embate criminal. No se puede ser blando con ellos. No lo olviden.