Irán, la antigua Persia, una de las civilizaciones más antiguas y avanzada de la humanidad, mil años a.C. estaba poblada por una diversidad de etnias y pueblos de Asia y el Cercano Oriente. Y en aquellos ignotos y curiosos siglos de idas y venidas de naciones expulsándose entre sí e imponiendo sus costumbres y dioses, se mezclaban persas con babilonios, medos, kurdos, cananeos, helenos y hasta algunos que otros llegados de Mongolia y China. Uno de esos persas, el rey Ciro y sus descendientes, están inscritos en letras de oro en el Antiguo Testamento, dado que cuando Ciro el Grande conquistó Babilonia por allá en el 520 antes de nuestra Era, permitió a los hebreos regresar de su cautiverio, a donde habían sido llevados luego que Nabucodonosor II destruyera el Templo de Salomón y les prohibiera practicar su religión. El rey persa, y luego sus hijos, no solo les permitió regresar a Judea, sino que les instó a reconstruir su Templo y practicar su culto y costumbres, así como lo hicieron en todos los territorios y naciones conquistados (no en balde llegaron de la tierra de Zaratustra).

Su imperio duró hasta que Alejandro Magno, con ejércitos más preparados, disciplinados y expertos en táctica militar, abatió los “ejércitos inmortales” de los reyes persas; luego fueron parte de juegos geopolíticos de griegos, romanos, mongoles y chinos, hasta que en el siglo VII, en el año 637 de nuestra era, y 14 de la Hégira, los árabes musulmanes y luego los musulmanes turcos, conquistaron y se quedaron en Persia, conocida desde 1979 como República Islámica de Irán.

Lo demás es historia reciente, desde el Ayatolah Jomeini, llegado desde Inglaterra para crear un estado teocrático, hasta el presente con el Líder Supremo Alí Jamenei y su Presidente Hasan Rouhani. En realidad, el Líder Supremo es el jefe del país, lo es de las Fuerzas Armadas, de la Inteligencia y seguridad del Estado y, de la temida Guardia de la Revolución Islámica, cuyo número dos, el Comandante Qasem Soleimani, Jefe de las Operaciones militares en el extranjero, acaba de ser dado de baja en territorio iraquí, desde un dron MQ-9 Reaper estadounidense, dos días después del asalto a la Embajada norteamericana en Bagdad.

En Irán impera la ley islámica (la sharía) una especie de código de conducta moral, aseo, social y vigilancia del dogma contenido en el Corán transmitido por Mahoma, que regulan lo que debe ser el comportamiento del musulmán. De eso se encarga la Guardia Revolucionaria, en ultima instancia del Líder Supremo, que a su vez es el líder espiritual de Irán. Ahora bien, el problema se centra en la pretensión, desde 1979, de imponer sus normas y costumbres al mundo que le rodea, para protegerse de los “infieles” y demás desviaciones de Occidente (democracia, separación entre religión y Estado, Derechos Humanos, separación de poderes, respeto a las minorías, etc.) Es decir, deben crear un cordón de seguridad, y para mayor seguridad, ingeniarse para tener aliados antioccidentales, aliados antiestadounidenses dispuestos a debilitar y hacerlos desaparecer como concepto y cultura.

De allí sus alianzas y apoyo incondicional a todos los grupos terroristas del Medio Oriente y más allá; de allí su antisemitismo y su odio a Israel, el único estado democrático del Medio Oriente y sus alrededores. De allí su alianza con la corporación delicuencial que tiraniza a Venezuela, de allí también el financiamiento a Pablo Iglesias, hoy vicepresidente del gobierno español.

El dron fue una acción preventiva, para evitar males mayores ya planificados, para evitar un Armagedón. Si usted no lo cree, baste ver el llanto y las amenazas de Diosdado Cabello, del ministro de Defensa Padrino López y de Pedro Carreño en la Embajada Iraní en Caracas, prometiendo vengar la muerte del General Soleimani al firmar el Libro de Condolencias. Claro, si era el aliado más valioso del régimen, sino que lo digan Hezbollá, Hamas, los centros de entrenamiento situados a 1,500 millas de las costas de Florida, y los pasaportes que caminan por el mundo.