El domingo 9 de febrero fue un domingo negro. Lo peor de la herencia política del pasado asomó su cola.

Que la Asamblea Legislativa apruebe o no la autorización para que se gestione el préstamo de $109 millones, en realidad, no es lo que está en discusión. Por eso es importante descifrar este juego de luces que se escenificó el domingo.

El préstamo como pretexto y el real desprestigio de los diputados como banderola son el entramado de una estrategia de marketing electoral cuya primera parada es hacerse con la mayoría legislativa absoluta en las elecciones de 2021.

Situadas así las cosas, se comprende la naturaleza y el alcance de la ocupación de la Asamblea Legislativa por parte de soldados y policías encabezados por su máximo responsable.

Se trató de una puesta en escena, con un libreto apresurado y quizá por eso improvisado, porque solo pocos tenían claridad (e información) acerca de la cadena de sucesos que tendrían lugar.

¿Se pretendía la disolución de la Asamblea Legislativa? No, se fingió que tal cosa se buscaba. El asunto era causar un golpe de efecto, para que la atención pública se concentrara en ese hecho, y que la luz cenital alumbrara para solo el actor principal. Y ese propósito fue cubierto con creces.

Otro asunto es si el saldo político es favorable.

Ganar la mayoría absoluta de la Asamblea Legislativa significa arrasar con los demás partidos políticos. Los pequeños, ni hablar, afuera del canasto. Los dos grandes y los dos medianos, pues reducidos a una situación incómoda e inofensiva.

En ocho meses de gobierno los resultados son insignificantes. Los anuncios y ofrecimientos abundantes, y no se corresponden con un giro significativo de hacer las cosas en el ámbito público. Basta examinar el área de Educación (el ramo al que más se destinan recursos del presupuesto), para comprender que no van (quizá no quieren y no pueden) muy lejos en sus propósitos.

Cualquier tópico que se aborde en Educación está lleno de florituras verbales, pero su impacto es insignificante.

Por ejemplo, ¿están pensando en atender en toda su integralidad la educación inicial, parvularia y básica como un todo articulado? No, eso sería excesivo para los intereses que se persiguen.

Entonces, para evitar que este gobierno sea castigado en las urnas por incumplimiento de promesas, por no tener ningún rumbo, por improvisar en casi todos los órdenes, por cesar a miles de empleados públicos al inicio de su gestión y sin guardar las formas legales, pues casi que era obligado desordenar la mesa política, y cuanto antes dar inicio a la campaña electoral.

Pero ganar la mayoría legislativa absoluta no saciará la sed política del agrupamiento partidario que esto pretende. El actual marco constitucional y el entramado institucional concomitante dicho agrupamiento los consideran restrictivos y necesitan (les urge) sacudírselos. Tienen prisa, van rápido, son 7 / 24, casi que tienen los perfiles de personajes de Haruki Murakami en ‘After Drak’ y no pueden atenerse al lerdo proceso de la reforma constitucional que requiere de dos Asambleas Legislativas sucesivas. Y eso es mucho tiempo para el tropel que llevan y los planes que tienen.

¿Y entonces? Pues la salida está en alcanzar una contundente mayoría legislativa y desde esa posición pasar a la siguiente parada: disolver la Asamblea Legislativa y convertirla en una Asamblea Constituyente.

Sin embargo, no se crea que la pretensión se reduce a la redacción de una nueva Constitución, que de seguro se hará y se buscará orlar con argumentos jurídicos al uso para mostrar cierto glamur.

La tercera parada es la decisiva en todo esto: la Asamblea Constituyente servirá para modificar las reglas del juego vigentes hasta hoy. Esta es la corona al final de tan enredado sendero. Por supuesto, para arribar con bien en estas tres paradas se requiere que todo se mantenga, como en una fotografía, igual que en febrero de 2019.

Pero al parecer las cosas no están saliendo tan bien como se fraguan en la cabeza, y la cruda realidad está mostrando lo difícil que es gobernar. Y mucho más si no se tienen (ni se quieren) aliados de ningún tipo, si los equipos que han ingresado al aparato gubernamental muestran impericia ostensible y errática ejecución, si las mil tentaciones de las mieles del poder han comenzado a posesionarse de algunos.

En fin, la hoja de ruta está clara, el problema son los accidentes en el camino.

Asaltar la Asamblea Legislativa ha sido una cabriola arriesgada, efectiva como llamada de atención pero pletórica de consecuencias políticas adversas.