Históricamente en El Salvador ni los sectores oficialistas ni los opositores han sido capaces de reconocer sus errores, enmendar el camino y mejorar. Al contrario, todos suelen buscar culpables en otros, señalar conspiraciones y continuar sus desaciertos sin la menor voluntad de enmienda.

A varios de los últimos gobernantes -incluso los que han tenido que enfrentar problemas judiciales- hubo medios de comunicación y voceros de la sociedad civil que les advirtieron de sus grandes errores, incluyendo la evidente corrupción, pero no escucharon. Solían desdeñar críticas o advertencias diciendo que eran conspiraciones para competir por el poder o envidia malsana. Ya sabemos cómo terminó la historia.

A los gobiernos del FMLN se les advertía sobre el daño que hacían a potenciales inversionistas al mantener una retórica de enfrentamiento con los empresarios y nunca escucharon. Ya sabemos cómo terminó la historia.

Lo peor es que todos estos errores no solamente se los tragan esos sectores o líderes políticos, sino que, en muchos casos, redundan en profundos y a veces irreversibles daños para todos los salvadoreños. Ojalá que los que cometen graves errores hoy entiendan la gravedad de no admitirlos.