El anuncio del presidente Nayib Bukele de expulsar a los diplomáticos venezolanos del régimen de Nicolás Maduro que aún quedaban en El Salvador, es una decisión soberana que va en el camino correcto de la historia. El país no puede tener relaciones con una dictadura que diariamente viola los derechos humanos y secuestra las libertades de los venezolanos.

Además, el reconocimiento de la administración Bukele al presidente encargado, Juan Guaidó, es un paso adelante para alinearse con las aspiraciones democráticas de los venezolanos.

El Salvador tiene que marcar distancia con Venezuela y todos los regímenes que no respetan la voluntad popular en América Latina, es decir, regímenes como los de Cuba, Nicaragua y más recientemente Bolivia, donde los fraudes electorales, las violaciones de los derechos humanos y el atropello de las libertades fundamentales es una constante.

En el pasado reciente, la administración de Salvador Sánchez Cerén nos alineó vergonzosamente con esos regímenes dictatoriales y sirvió hasta de cómplice de los mismos en organismos internacionales. El gobierno de Nayib Bukele debe mantener su postura de defensa de los derechos humanos y la democracia y buscar siempre buenos ejemplos para los salvadoreños.