Un paciente contagiado de COVID-19 en la UCI del hospital San Rafael, de Santa Tecla./ Marvin Recinos / AFP


El silencio de la noche se interrumpe por los lamentos de pacientes y el sonido intermitente de aparatos en las salas de cuidados intensivos del hospital San Rafael, en Santa Tecla, severamente golpeada por el nuevo coronavirus.

El Salvador, que se encuentra en una fase de contagio comunitario masivo, acumulaba hasta este jueves 3,481 casos de COVID-19, con 68 personas fallecidas.

En el San Rafael rige un severo protocolo de bioseguridad que incluye el uso trajes especiales para entrar a la UCI, pese a que hacen difícil el trabajo de registrar imágenes en el centro de salud.

De inmediato se avista que los internados, en su mayoría, son ancianos con constantes ataques de tos, algunos parecen perder el aliento.

Las salas de cuidados intensivos del hospital están repletas de pacientes conectados a respiradores, otros con tubos en la boca o sondas en la nariz, mientras los menos graves observan lo que pasa a su alrededor o intentan dormir.

La doctora Sara Córdova saluda a todos los enfermos, se les acerca y les pasa la mano por la cabeza para que se relajen en aquel ambiente solitario con olor a medicamentos, donde el fantasma de la muerte está presente cada día.

Para elevar el estado de ánimo de una paciente, la doctora reza junto a una mujer en un estado delicado de salud.

"Todo va estar bien, solo confíe en Dios y él no la abandonará", le dijo. La paciente no podía hablar por los ataques de tos, pero le da las gracias con gestos.

Casi a la medianoche suena una voz en los parlantes, una alerta se ha activado por el ingreso de un nuevo paciente.

"Esto (el ingreso de paciente grave) es de cada momento, porque hay mucha gente que no quiere hacer caso a la cuarentena y sale a la calle", asegura un enfermero.

A las enfermeras no les gusta hablar de cifras de muertes en el hospital, prefieren contar que desde el 10 de abril han recuperado 134 personas contagiadas con el coronavirus.