En los últimos días, mientras se discutía la posibilidad de continuar con la Fase II de la reapertura económica, el ministro de Obras Públicas y el viceministro de Transporte hablaban de las condiciones requeridas para que el transporte público de pasajeros volviera a operar.

Las exigencias incluían el uso de mascarillas para motoristas y pasajeros, la desinfección permanente de las unidades y la prohibición de que hubiera pasajeros de pie en buses y microbuses. La rehabilitación del transporte sería progresiva y algunos transportistas reaccionaron diciendo que no estaban preparados y demandaban más compensación, un discurso que han repetido cada vez que las autoridades han querido mejorar ese servicio público.

Lo que la administración del presidente Nayib Bukele debería hacer es aprovechar el momento y lanzar un verdadero plan de reordenamiento del transporte público de pasajeros para conseguir un servicio seguro en todo el sentido de la palabra. Sabemos que el transporte es un caos, que muchas de las unidades carecen de las mínimas condiciones mecánicas para ser consideradas seguras y que cientos de motoristas tienen acumuladas una enorme cantidad de esquelas debido a su manera tan irresponsable de conducir. Lo peor es que hay muchos de ellos que carecen de licencias vigentes y otros que manejan drogados o borrachos con la tolerancia o complicidad de sus patronos. Reordenar el transporte sería algo que la ciudadanía aplaudiría y agradecería enormemente.