Nuestro sistema de Salud estuvo al borde del colapso a mediados de año -entre junio y agosto- cuando los contagios por coronavirus alcanzaron elevados niveles de hospitalizaciones y fallecimientos. Eran tiempos duros. La población tomaba precauciones, el transporte público no estaba funcionando y gran parte de las empresas operaba a medias o sus empleados hacían teletrabajo.

Lo terrible es lo rápido que se olvida eso. En las últimas meses se han visto aglomeraciones por todos lados. Desde fiestas patronales con orquestas, pasando por discotecas de San Salvador, actos proselitistas, inauguraciones de luces navideñas o de un complejo cultural, todos los eventos absolutamente abarrotados de personas.

El ministro de Salud se apresuró a advertir este lunes que de seguir así, una segunda ola es muy posible que suceda en enero próximo. Como lo ha advertido ya el infectólogo, Jorge Panameño, una segunda ola sería catastrófica. Si a mediados de año con todas las precauciones que se tomaban, hubo ese nivel de contagios, no hay que imaginarse mucho lo que sucederá con todos los descuidos evidentes que se ven hoy en las calles del país.

Evitar un rebote de la pandemia como se está viendo en varios países europeos e incluso en Estados Unidos, así como sus consecuentes restricciones, solo depende de nuestro propio comportamiento. Hay que retomar las medidas de prevención con absoluta conciencia. Recordemos la dureza que representó el confinamiento para todos y el enorme impacto en nuestra salud y aspectos económicoe, sociales y hasta psicológicos que esto causó. ¿Queremos repetir esa experiencia?