Una vez más las pandillas están desatando su violencia criminal a niveles de alarma social y enfocando gran parte de sus ataques en soldados y policías. Los actos de estas bandas criminales demuestran que las estadísticas de homicidio son un capricho de estos delincuentes.

No se puede seguir haciendo lo mismo con la misma gente y esperar los mismos resultados. Durante el último decenio, los mandos policiales y militares han agotado sus estrategias y los resultados están a la vista. Los gobiernos del FMLN dejarán para los recuentos históricos, más de 40 mil homicidios, una cifra escalofriante.

Las pandillas manejan esas estadísticas a su antojo, chantajeando en busca de arreglos después de la vergonzosa tregua con la administración Funes y de la que algunos funcionarios fueron protagonistas, siguen en sus cargos y hasta pretenden continuar en la próxima administración.

La situación de inseguridad del país es realmente grave. Los asesinatos de policías y soldados nos reflejan que las pandillas no tienen límites y el coche bomba de ayer refleja el nivel de sofisticación de esas bandas criminales.

El nuevo gobierno tiene que entender que se necesita una nueva estrategia y un golpe contundente a esas estructuras para mejorar la seguridad.