Con las destituciones presidenciales de la gran parentela que Salvador Sánchez Cerén metió en el gobierno, tanto propia como la de sus camaradas, queda al desnudo el nepotismo puro y duro imperante en el país. Si el hecho es indignante, lo es más la justificación expresada por la dirigencia del FMLN. Es tétrico su lloriqueo de no saber adónde podrán encontrar ahora trabajo sus familiares. Les sugiero a Cuba, Nicaragua y Venezuela como una buena opción.

Es inaudito tener a todo un clan incrustado en el Estado. Es lo peorcito en términos de la corrupción en la que cae un “revolucionario”, que hace exactamente lo mismo que hicieron aquellos a quienes criticaban. Es una bofetada para tanto profesional universitario graduado, con mucha más capacidad pero que no encuentra trabajo, no digo en el Estado - porque no es esa su misión - sino en el sector que genera riqueza, el sector privado, algo que produce urticaria a los “revolucionarios”, a quienes la vox populi señala que lavan dólares, poseen grandes propiedades y hasta juegan al golf.

Siendo que el Estado debe procurar promover condiciones para que vengan los inversores y estos no vienen por la polarización e inseguridad imperante, el nepotismo practicado por los gobernantes es imperdonable.

Sin embargo, si el Presidente Bukele quiere que las medidas adoptadas sean ejemplarizantes, debe cuidarse de hacerlas conforme a la Ley y de manera pareja. Infortunadamente, el promotor de la “medicina amarga” pareciera ir por el mismo camino que su antecesor. Las redes sociales que tanto usa, le señalan que tiene a un tío, a un primo, a dos cuñadas, a un compadre y a un concuño en su gobierno. Dado que la vida es cíclica, el día de mañana podría tocarle a su clan recorrer la senda que hoy atraviesa la familia del profesor.

Desde hace décadas el Estado ha sido visto como un botín, como una piñata, como el gran empleador para las familias y amigos de quienes ocupan el poder. Es una práctica insana que promueve la corrupción política, madre de todas las corrupciones. De ahí lo imperativo que resulta impulsar su depuración y lo pertinente que los dos restantes órganos fundamentales de gobierno sigan el mismo rumbo para desparasitar las instituciones bajo su control funcional.

Combatir el nepotismo (desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos) es algo que debe hacerse también, en las entidades y organismos independientes del Órgano Ejecutivo, que lucen atiborrados de burócratas ineptos, incapaces y holgazanes, por tanto, verdaderos parásitos incrustados dentro de ellas.

Por supuesto, dentro de la burocracia estatal también hay gente honesta que se cuenta por miles. A ellos no me refiero, al contrario, en reiteradas ocasiones he dicho que se le debe respetar la carrera administrativa a la que ingresaron por la puerta estrecha y de la que estoy seguro saldrán por la puerta grande, con la mirada en alto y con la satisfacción de haber servido a su país.

Legislar contra el nepotismo es urgente, no solo sancionarlo por medio de normativas éticas. En el fondo, el nepotismo es cómo sustraer dineros públicos en provecho familiar, aprovechándose del circunstancial poder e influencia de la que son investidos los altos funcionarios públicos. Las cortesanas, zalameros, arribistas y aduladores lo saben bien.

Hoy más que nunca se requiere contar con funcionarios burócratas altamente efectivos que lleguen a resolver, no a improvisar, sobre todo cuando se dice que de las 60 mil plazas creadas en las dos últimas dos gestiones, solo 20 mil llegar a laborar, el resto son cuotas del nefasto partido que manipuló al pobre profesor. (Sitio Digital “Última Hora”, 04.JUN-2019).

Hoy más que nunca procede que la Asamblea Legislativa asuma la responsabilidad que ha evadido sobre el tema, creando una “Ley de la Función Pública”, engavetada desde hace años en el rincón más oscuro de ése Órgano de Estado.